Cuando nuestras pupilas se cruzaron la mañana del Domingo de Resurrección con las de Nuestro Señor Resucitado y la Virgen de la Alegría, no había duda de que la Semana Santa 2021 era ya historia, una historia con muchas esencias para el recuerdo. Es cierto que no hubo procesiones, ni bandas, ni toda esa parafernalia que envuelve esta tradición por las calles de la ciudad, pero sí que han permanecido las ganas de encontrarse con las cofradías. Este año, la devoción se ha medido en la quietud de los templos, donde las cofradías han podido comprobar de cerca el cariño que la ciudad les tiene. Unas cofradías que han sabido estar a la altura de las circunstancias adaptándose a la perfección al nuevo protocolo sanitario que ya forma parte de los actos de culto de las hermandades. Así, a lo largo de estos días se ha podido comprobar cómo las hermandades han velado por la seguridad de todos aquellos que se han acercado a los templos, donde algún hermano ha estado tomando la temperatura, dispensando gel hidroalcohólico y controlando las medidas de seguridad.

Han sido miles las personas que han pasado por los templos pero, como se ha reseñado en estos días, con un comportamiento ejemplar, sabiendo dónde estaban y lo que iban a ver. Tan solo se contabilizó un aislado episodio en la plaza de Capuchinos el Miércoles Santo, alrededor de la hermandad de la Paz, que rápidamente fue cortado tanto por la cofradía capuchina, como por la Policía Local.

En esta Semana Santa tan especial las cofradías han optado por tres variantes a la hora de mostrar a sus sagrados titulares en acto de veneración: sobre los pasos, como han estado los titulares de la hermandad del Rescatado, el Caído, la Paz y la imagen de Jesús de la Oración en el Huerto; a modo de besapiés o besamanos ( sin poderse acercar), como se vieron a imágenes como la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo, la Reina de los Mártires, la Virgen de las Angustias o la Virgen de la Soledad entre otras. Pero lo que más ha predominado han sido los altares de veneración, que los ha habido de todo tipo, unos más sencillos, adaptándose a las circunstancias, otros inexplicables y otros más elaborados. Entre esta última variante destacó el Domingo de Ramos, con el de la hermandad de la Esperanza; o el Martes Santo, con el de la hermandad del Prendimiento, ambos con un importante trabajo de priostía detrás.

En cuanto a la ornamentación de los altares, merece especial atención los exornos florales, donde hubo de todo, desde clásicos de clavel, como la Virgen de las Angustias, o de rosas, como el de Jesús Caído o la Virgen del Rosario, o de variedades florales, como el de la hermandad de la Merced o el Perdón, entre otros.

En este apartado de exornos florales destacan los calvarios naturales a base de corcho salpicado de alguna flor, como el de la hermandad de la Conversión, el Cristo de Gracia, con las características esterlicias, Pasión o el Cristo de la Expiración, donde entre el corcho natural sobresalían rosas y calas, un crucificado que también destacó por la extraordinaria altura de la cruz.

A pesar de las circunstancias, y aunque sea en los templos, se han podido ver importantes estrenos como la túnica de Jesús de Pasión, una interesante pieza bordada en oro por Jesús Rosado; la restauración del manto de la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo, así cono el primer Viernes Santo de la Virgen de la Soledad en su nueva sede canónica la parroquia de Guadalupe. Por el contrario, otros estrenos se han quedado en las casas de hermandad, como el manto de salida de la Virgen de Gracia y Amparo, una obra bordada en oro por Francisco Pérez Artés, o el respiradero frontal del palio de la Virgen de la Merced, con orfebrería de Ramón León y bordados de Pérez Artés.

En esta Semana Santa que ya acaba merece especial atención el acto conjunto de todas las hermandades en la Catedral por día de salida, donde el obispo, Demetrio Fernández, las recibió y le mostró su reconocimiento a la labor que realizan por mantener viva la piedad popular, así como en favor de los más necesitados.

Concluye una Semana Santa distinta, en la que por encima de todo el apartado estético hay que resaltar el buen trabajo de las hermandades de la ciudad para mostrar a sus sagrados titulares adaptándose a las circunstancias y con la esperanza de que esta forzosa quietud en los templos vivida este año sea tan solo un recuerdo y el año próximo todas las cofradías estén donde la Semana Santa tiene que estar, en la calle.