La Semana Santa de Priego de Córdoba, declarada de Fiesta Interés Turístico Nacional de Andalucía, ha alcanzado por sus singularidades una gran relevancia en las últimas décadas, convirtiéndose de paso en una popular y arraigada expresión de fe de una localidad que tiene en esta celebración una de sus señas de identidad.

Un ciclo pasionista en el que, junto a la gran riqueza artística de las imágenes que participan en los once desfiles que la integran o la herencia que el teatro catequético medieval ha dejado en la representación del Prendimiento, destaca la explosión popular de la mañana del Viernes Santo con el desfile de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la bendición que la venerada imagen imparte desde el Calvario, en un ritual cargado de simbología.

Una celebración que como en su día apuntara el cronista oficial de Priego, Enrique Alcalá, «se convirtió en símbolo y señal, en partida de nacimiento y patria, en origen y naturaleza, cogiéndose como bandera a Jesús Nazareno y como figuración máxima la bendición del hornazo en el Calvario, donde el dogma religioso se amalgama con la vivencia individual para hacerse identificación colectiva».

Pero antes de entrar de lleno en el análisis de varios de los aspectos que la convierten en singular, es necesario hacer mención a la profunda renovación que el mundo cofrade prieguense experimentó de 1966 a 1977, lo que se tradujo en una importante transformación de la Semana Mayor, que en poco más de una década pasó de cinco a nueve desfiles procesionales.

Hasta el año 1966, Priego había contado con cuatro hermandades que desfilaban en su Semana Santa (Columna, Nazareno, Soledad y Dolores), a las que a partir de ese año, y por este orden, se fueron incorporando La Pollinica, Angustias, Caridad y Resucitado.

A partir de 1977 se iniciaba un período de gran brillantez caracterizado por la creación de bandas, la recuperación de enseres, el estreno de nuevos tronos y el aumento considerable que experimentaron los llamados hermanos de luz.

Tras esta intensa etapa, el mundo cofrade prieguense asistiría en 1988 a un nuevo episodio de este resurgir de la Semana Santa local, con la fundación de la hermandad del Mayor Dolor que, en un tiempo récord, menos de un año, realizó su primera estación de penitencia.

Habría que esperar hasta 2004 para que se produjera la última incorporación a la Semana Santa de Priego, gracias en este caso a la hermandad de la Paz, surgida varios años antes en el barrio de Las Caracolas, con la que se completa, por el momento, la nómina de cofradías y hermandades que toman parte en el ciclo pasionista de la localidad de la Subbética.

La mañana del Viernes Santo

Dentro de los once desfiles procesionales que la conforman actualmente, sin duda alguna, el que tiene lugar durante la mañana del Viernes Santo es uno de los hitos de la Semana Santa prieguense, ya que a diferencia de otros municipios de la provincia, donde es costumbre que en las procesiones de dicha jornada Jesús Nazareno imparta la bendición en el propio desfile, en Priego, el signo de la bendición está situado en un contexto que lo hace aún más significativo, el Calvario, un lugar elevado desde donde se domina el conjunto del casco urbano y de buena parte de la comarca.

En relación a este tema, el profesor Rafael Briones Gómez, en su obra Prieguenses y Nazarenos. Ritual e identidad social y cultural, realiza un pormenorizado estudio de la singularidad de este ritual, apuntando que para los prieguenses, en la bendición del Nazareno desde el Calvario, «se unen la muerte y la resurrección de Jesús, que aparece en la bendición como vencedor y señor, por lo que en Priego la Pascua de Resurrección se celebra en la mañana del Viernes Santo».

Según Briones, «el hombre sufriente, cargado con la cruz, condenado a muerte es ahora el vencedor, uniéndose los prieguenses por esta bendición al triunfo de Jesús sobre la muerte, y aquellos que lo han seguido en la difícil subida al Calvario, ahora lo siguen también en la victoria».

Grupo escultórico de Nuestra Señora de las Angustias. CÓRDOBA

Al margen de las particularidades del desfile procesional del Nazareno, con momentos tan singulares como el «paso redoblao», que supone la ruptura del cortejo procesional propiamente dicho y el inicio desde la plaza Palenque de la subida al Calvario, entre los signos que caracterizan la mañana del Viernes Santo cabe destacar el hornazo, que representa, según todos los estudios antropológicos, la renovación de la vida y la paz.

El hornazo es una especie de torta hecha con harina, agua y un huevo previamente hervido, al que se da formas diferentes y se cuece en el horno (de ahí su nombre). El pan y el huevo, elementos que podemos encontrar en otros muchos rituales católicos o paganos y que son signos inequívocos de la Pascua en otros lugares, en Priego adquieren protagonismo en un momento diferente del día de la Resurrección.

Otra de las peculiaridades de la mañana del Viernes Santo la encontramos en dos personajes únicos dentro de la Semana Santa prieguense como son Pestíñez y Bacalao, que desde tempranas horas anuncian con el ronco sonido de la tambora y el estruendo de la trompera la salida del Nazareno. Aunque su origen es incierto, en el caso del Bacalao distintas fuentes lo sitúan en los primeros años del siglo XVII, a tenor del inventario de la hermandad nazarena de 1602, en el que se hace referencia a, «… la trompeta de atozar que posee la Hermandad, en poder de Juan de Ortega…», siendo más incierto el origen de la participación en el desfile de Pestíñez.

En cuanto a la indumentaria de ambos personajes, su uniforme o traje es una casaca color albero compañera a un pantalón tobillero, completándose el atuendo con unas botas altas y una celada sin plumas ni colores distintivos de hermandades, como sí ocurría antaño, cuando existía la denominada Banda de los Bacalaos, formada por un abanderado, una tambora y tres trompeteros, uno por cada una de las hermandades que formaban el antiguo Escuadrón de Romanos que el Nazareno, la Columna y la Soledad compartieron durante varios siglos y cuyo origen se sitúa en el primer tercio del siglo XVIII.

El Prendimiento

Junto a la peculiaridad de la mañana del Viernes Santo, otro de los momentos que dan identidad propia a la Semana Santa de Priego lo encontramos en la representación del Prendimiento, pieza de teatro sacro que lleva a cabo la Pontificia y Real Archicofradía Sacramental de la Santa Vera Cruz, Nuestro Padre Jesús en la Columna y María Santísima de la Esperanza en la tarde-noche del Miércoles Santo.

La representación del Prendimiento, para el que ya se ha iniciado el procedimiento que permitirá su inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, tiene su origen en la antigua paraliturgia de la Pasión que se escenificaba en numerosos lugares de la geografía española durante la Semana Santa, perviviendo en la actualidad en varias comarcas del centro de Andalucía en forma de representaciones durante los desfiles procesionales.

Aún así, en Priego esta manifestación es significativa y peculiar dentro de su tipología, dado que sucede de forma independiente a los desfiles pasionistas, contando con todos sus elementos primigenios y esenciales.

El texto original, anónimo y escrito en latín con acotaciones en castellano, siguiendo en lo fundamental el Evangelio de San Juan, está fechado a mediados del siglo XVII. El guión actual, corregido y aumentado, fue realizado a mediados del siglo XX.

Otra de las singularidades del Prendimiento, a diferencia de otras representaciones, se encuentra en la humanización del personaje de Jesús, interpretado por el párroco o un sacerdote; la importancia y protagonismo del papel de Judas y la gestualidad, al constituirse en un drama interpretado mediante elementos de comunicación no verbal, con máscaras o rostrillos en los papeles principales (Jesús, los doce apóstoles y los sayones), además de destacar el Escuadrón de Soldados Romanos, que, en contraste con otras poblaciones cordobesas, posee la particularidad de ir caracterizado como los Tercios de Flandes.

La realización por actores no profesionales, su ejecución en el espacio público y al aire libre, las mínimas condiciones escénicas para su desarrollo y la interpretación gestual del texto otorgan a la escenificación un carácter claramente popular, vivo y dinámico.

Actual representación del Prendimiento por la archicofradía de La Columna. CÓRDOBA

Imágenes de gran valor artístico

Otro de los elementos que hacen única a la Semana Santa de Priego son las imágenes que toman parte en sus desfiles procesionales ya que, al margen del aspecto devocional de cada una de ellas, desde el punto de vista artístico nos encontramos ante un conjunto de obras de arte de la escultura religiosa barroca andaluza sin parangón.

No en vano, Priego tiene a gala contar en su Semana Santa con cinco imágenes estrechamente relacionadas con Pablo de Rojas, el maestro de Alcalá la Real que mantuvo con la localidad de la Subbética una estrecha relación personal y profesional.

Así, entre sus creaciones más logradas se encuentra Nuestro Padre Jesús Nazareno, titular de la cofradía del mismo nombre, fechada en 1592 y considerada como un precedente del tipo iconográfico que en la escuela sevillana consagró tanto a Martínez Montañés, discípulo de Rojas, como a Juan de Mesa.

También obra de Pablo de Rojas, como así se confirmó tras su restauración en el Instituto Andaluz de Patrimonio, es el Santísimo Cristo Yacente de la cofradía de la Soledad, en este caso fechado en el primer cuarto del siglo XVII, y que presenta numerosos paralelismos con la imagen del Nazareno, al igual que Nuestro Padre Jesús Resucitado, obra plenamente manierista, fechada en las postrimerías del XVI e igualmente relacionada con Pablo de Rojas.

Por su cercanía con la capital de la Alhambra y al carecer Córdoba de una escuela barroca de imaginería propiamente dicha, la presencia de obras de maestros granadinos es prolija, tanto en los templos como en las cofradías y hermandades prieguenses, destacando sobre el resto las creaciones de sagas familiares como los Mora o los Mena, entre los más afamados.

En este sentido, cabe destacar la efigie de Nuestro Padre Jesús en la Columna, atribuida a Alonso de Mena y fechada hacia 1640; la del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, obra fechada en la primera mitad del siglo XVII y relacionada por unos con Juan Fernández de Lara y por otros al círculo de los Mora; el grupo escultórico de Nuestra Señora de las Angustias, fechado a finales del siglo XVII e igualmente relacionado con José de Mora; o el Santísimo Cristo de la Expiración, de la hermandad de la Caridad, obra del granadino Agustín de Vera y Moreno fechada en 1728.

Junto a las imágenes cristíferas, el sello de la escuela granadina también está muy presente en varias de las dolorosas que toman parte en la Semana Santa prieguense, como es el caso de María Santísima de los Dolores, fechada en el primer tercio del siglo XVII; María Santísima de la Soledad Coronada, fechada también en el siglo XVII, de autor desconocido pero de claras influencias granadinas; María Santísima de la Esperanza y María Santísima del Mayor Dolor, fechadas ambas en el primer tercio del siglo XVIII y atribuidas al granadino Torcuato Ruiz del Peral; o María Santísima de los Dolores Nazarena, de 1592 y atribuida a Pablo de Rojas, maestro al que también se atribuye la realización del San Juan de la cofradía de la mañana del Viernes Santo prieguense.