Sin duda alguna, el estudio de la imaginería procesional de la Diócesis de Córdoba nos lleva a concluir que nos encontramos ante la más valiosa de Andalucía, junto con la de la provincia sevillana. Efectivamente, la presencia de notables firmas de las escuelas granadina y sevillana hacen que la provincia cordobesa atesore joyas de Pablo de Rojas, Juan de Mesa, Pedro Roldán, Alonso de Mena, los Mora o Risueño, de tal manera que nos encontramos ante una colección única de imaginería. Junto a la capital destacan los núcleos de prosperidad de la Edad Moderna como Lucena, Priego, Cabra, Baena, Montilla o Aguilar, donde se localizan las principales obras.

Vamos a analizar, con el escaso espacio del que disponemos, la imaginería del siguiente modo: abordaremos los temas principales desarrollados desde el Concilio de Trento, asuntos que marcarán las cofradías cordobesas desde el siglo XVII hasta el siglo XX, para terminar con el nuevo auge de las hermandades desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. Efectivamente las hermandades en la capital y en los pueblos y ciudades de la provincia acogían los pasos principales de la Pasión de Cristo: el Crucificado, el Nazareno, la Columna y el Sepulcro, junto con la Dolorosa y Soledad.

Los momentos previos a la pasión. El Cristo a la columna

Pocas escenas podemos contemplar en la temática pasionista de las cofradías anterior al momento de la Flagelación del Señor atado a la columna. Nos encontramos determinadas imágenes, como la Oración en el Huerto, donde descuella la expresiva talla de la capital cordobesa, de talleres granadinos relacionados con Mena. Otro caso es el de Baena, de escuela granadina de finales del siglo XVII. Sólo algún caso de la Borriquita, como la de Márquez de Lucena y escasas muestras más.

Una de las creaciones más propias de la provincia es el conjunto del Lavatorio, que conserva varios ejemplos, destacando el vinculado a Pedro de Mena en Lucena. Representa a Cristo lavando los pies a San Pedro. Modificado en algunas de sus tallas es el de Cabra, fundado en el siglo XVIII, así como el de Puente Genil, que también ha cambiado las figuras de los apóstoles.

El primer tema pasionista más desarrollado es la Flagelación de Cristo atado a la columna, que ocupa un lugar muy importante en la iconografía cristiana. En la provincia descuellan algunas de las mejores del barroco andaluz, como el atado a la columna de Priego, atribuido a las gubias de Alonso de Mena hacia 1640, obra de gran impacto devocional; con su taller se relaciona la imagen de Aguilar. Otra de las obras maestras indiscutibles se halla en Lucena, cuyo Cristo a la columna, obra documentada de Pedro Roldán de 1675, es una de las obras más importantes de Roldán, de gran empaque y monumentalidad. Entre los mejores ejemplos del pleno barroco granadino se encuentra el Cristo de los Azotes de Baena, obra maestra relacionada con los Mora o Risueño. Destacamos otras obras, como el tallado por Juan de Mesa el Mozo en 1601 para Montilla, uno de los más antiguos que procesionan. El de la capital es obra anónima del siglo XVII, vinculado tal vez a la escuela granadina. Recordando las obras de finales del renacimiento se encuentra el de La Rambla, atado a una columna alta y mirando al cielo. Igualmente el de Santaella aparece atado a una columna alta, aunque parece de época posterior. El de Cabra destaca por el excelente conjunto con los dos sayones, atribuidos a Francisco Salzillo y su padre Nicolás. Llamativos son los ejemplos que representan a Cristo recogiendo las vestiduras, después de la flagelación, que cuenta con el misterio de Lucena, de Pedro Muñoz Toro, o las imágenes de Rute y Benamejí.

También encontramos en la provincia numerosos ejemplos de la Humildad y Paciencia, momento en que Cristo recibe las burlas durante su coronación de espinas. Vinculado a las gubias de Pedro de Mena es la extraordinaria talla de la Archicofradía del Carmen de Lucena. Magnífico es el de Puente Genil, que llegó de Sevilla en 1706 con la carmelita Gregoria Francisca de Santa Teresa. De comienzos también del setecientos es el popular Abuelito de Rute.

Como caso excepcional está la imagen de Jesús Rescatado, icono devocional de la ciudad de Córdoba. Se debe a Fernando Díaz Pacheco en 1713, reproduciendo la famosa imagen de Medinaceli de Madrid.

La imagen principal: El Nazareno

Se trata de la devoción más importante en toda la provincia, constituyendo su seña de identidad más personal. Sus cofradías comienzan a fundarse en el siglo XVI y dan culto a algunas de las joyas de la provincia, nacidas al amparo de los carmelitas descalzos, dominicos o franciscanos. El más antiguo es el titular de la hermandad del Nazareno de la ciudad de Lucena, atribuido a Jacobo Florentino, a principios del siglo XVI, imagen imponente y única. Jesús Nazareno de la capital, ya en su hermandad desde 1579, con su magnífico ajuar de plata en cruz y peana, es otra de las tallas que conservan la belleza original en su antigüedad. Uno de los iconos fundamentales en este paso de la pasión es Nuestro Padre Jesús Nazareno de Priego, atribuido con certeza a las gubias de Pablo de Rojas en 1592. Imagen tallada completa que fue revestida a los pocos años. Su rostro es el paradigma del naturalismo que inicia las escuelas granadina y sevillana. Se ha relacionado con este taller el bello Nazareno de Puente Genil, el Terrible, que se ahora se cree obra de los discípulos de Jerónimo Hernández, de principios del siglo XVII.

La obra más famosa, sin duda alguna, es el extraordinario Jesús Nazareno de Juan de Mesa, tallado en 1621 para La Rambla, de potencia sobrenatural, portando cruz cilíndrica de plata. Muy cercano en el tiempo es el original Nazareno de Rute, con su cabeza girada hacia atrás, verdaderamente excepcional, que se relaciona con Alonso de Mena, al igual que el de Fuente Obejuna. La talla de Jesús Caído, de su convento de los carmelitas descalzos de Córdoba, es uno de los iconos de la Semana Santa de la ciudad. El Señor de los Toreros se encuadra en el taller de Pedro de Mena, hacia 1670.

Jesús Nazareno de La Rambla. CHENCHO MARTÍNEZ

Relacionado con los Mora, conservando toda la maestría de aquel taller granadino, descuella el bellísimo Nazareno de Aguilar de la Frontera, de expresión serena y profunda, igualmente con un ajuar espectacular. Con los Mora se relaciona también el original Nazareno de Monturque, muy cercano al del Viacrucis de Granada, obra de José de Mora. Del escultor antequerano Antonio del Castillo es el magnífico Nazareno de Benamejí, procedente del convento de los carmelitas descalzos.

De gran belleza es el Nazareno de Montilla, de hacia 1601, relacionado con la obra de Juan de Mesa el Mozo. Obras del seiscientos se consideran los titulares de Pasión y del Buen Suceso o el de Pozoblanco. En el siglo XVIII, en 1724, se talla por Fray Juan de la Concepción el de San Lorenzo, de delicadeza exquisita. Miguel de Perea talla en 1733 el Nazareno de Baena. Blas Molner es el autor del Caído de Aguilar, de finales del siglo XVIII, en su convento de carmelitas descalzos.

Tras los sucesos de la guerra civil se incorporan nuevas tallas como las de Pío Mollar para Montoro o Palma de Río. Del mismo modo, Castillo Lastrucci tallará los Nazarenos de Hinojosa del Duque, El Carpio o Castro, en las décadas de los cuarenta y cincuenta. Martínez Cerrillo hará los Nazarenos de Dos Torres, Espejo y Montemayor. Una personalidad distinta aportan las imágenes de Ruiz Olmos, en sus tallas del Nazareno de Villa del Río o el original de Cañete de las Torres. Las imágenes de Dubé de Luque en Vera Cruz o Santa Faz aportan los nuevos aires de la escuela sevillana. Una de las imágenes del Caído más original es la de Fernán Núñez, de Francisco Bonilla, tallada en 1961. Antonio Bernal hizo el Nazareno de la Victoria en sus Tres Caídas para su pro hermandad. Entre los últimos ejemplos se encuentra el titular de la Quinta Angustia de Córdoba, obra de Juan Jiménez y Pablo Porras en 2019, poderoso Nazareno de gran zancada y expresividad.

La imagen central: El Crucificado

Es la imagen central de la fe cristiana. Muchas de ellas nacieron en torno a las hermandades de la Vera Cruz. Una de las más antiguas que procesionan en la Semana Santa de toda la provincia es la del Santísimo Cristo de las Penas, que recibe culto en la parroquia de Santiago, especialmente gracias a la hermandad que lo venera como titular desde 1955.

Las primeras imágenes cordobesas en los albores del siglo XVI se muestran deudoras de la plástica medieval de la centuria anterior, siendo un ejemplo sobresaliente el famoso Cristo de San Álvaro del convento de Scala Coeli. Recibe culto por una hermandad fundada en 1592, pero es la devoción del Beato Álvaro a los misterios de la Pasión de Jesucristo el verdadero origen de esta hermosa talla. Imagen imprescindible en la celebración pasionista de nuestra Semana Santa, protagonista del primer vía crucis que se celebra en Occidente.

Rasgos más humanistas denotan la talla del Santísimo Cristo del Amor, que recibe culto en la parroquia de San José Obrero por su cofradía del mismo nombre, como se le conoce popularmente. Se trata de una imagen menor del natural, datable hacia mediados del siglo XVI, de gran belleza, que se ha relacionado con la producción de los maestros Juan del Castillo y Martín de la Torre. En la iglesia de San Pedro se venera el Cristo de la Misericordia, procedente de la iglesia de la Magdalena, donde recibía culto por una cofradía bajo la advocación de la Salud en la primera mitad del siglo XVI. Desde 1937 la cofradía que lo tiene como titular lo rescató del olvido en que se encontraba en su primitiva capilla y lo trasladó a la también iglesia fernandina de San Pedro. Perfectamente documentado aparece, sin embargo, el Cristo de la Salud de la hermandad del Viacrucis, con sede en la parroquia de San Juan y Todos los Santos. Durante la restauración de la imagen, efectuada por Miguel Arjona en 1974, se encontró en su interior un documento que testificaba que había sido encargada en 1590 por el prioste de la cofradía de la Coronación Diego López Maldonado.

El Santísimo Cristo del Perdón de Baena se ha relacionado con el círculo de Siloé, realizándose a comienzos del siglo XVI, recordando las tallas del convento de la Encarnación, el Cristo de la Salud de la parroquia de San Andrés y del colegio El Carmelo, todos ellos en Granada. Destaca su anatomía, que tiende a la delgadez, presenta el rostro alargado y son perceptibles las huellas de la pasión en la sangre abundante y el hematoma del pómulo izquierdo. Semejantes características encontramos en la bella talla del Santísimo Cristo de la Buena Muerte de la localidad de Benamejí, que procesiona el Martes Santo y que procedía de la capilla del cementerio. También relacionado con los modelos castellanos de la primera mitad del siglo XVI se halla el Cristo de la Yedra, de gran devoción en Montilla, que sale en procesión desde el antiguo templo conventual de San Agustín.

En la localidad de Cabra hallamos dos bellas tallas del Crucificado pertenecientes al quinientos y que son titulares de sus respectivas hermandades. El Santísimo Cristo del Calvario es una talla de finales del siglo XVI y presentaba articulados los brazos para la ceremonia del Descendimiento hasta que en la restauración de 1983 se le fijaron de manera definitiva. También de finales de la misma centuria es la imagen del Santísimo Cristo del Socorro, que procesiona por las calles de Cabra en la madrugada del Viernes Santo. Recordando los modelos granadinos de Siloé, pero más alejado de su estética se encuentra la imagen de la Vera Cruz de La Rambla, realizada igualmente al finalizar la centuria. Procesiona gracias a una revitalizada hermandad fundada en 1922.

Virgen de las Angustias es la joya de la Semana Santa. MANUEL MURILLO

Si antes recordábamos a un escultor de la escuela granadina, ahora nos desplazamos al otro núcleo imaginero andaluz importante del barroco, la escuela sevillana y una obra emblemática, el Santísimo Cristo de la Expiración, venerado en una capilla del antiguo templo de los trinitarios de La Rambla. Cuenta con una hermandad erigida en 1719 y que lo procesiona el Viernes Santo por las calles de la localidad cordobesa. Es una de las imágenes del Crucificado que más interés ha despertado en los historiadores del arte. Más alejado en su procedencia es el famoso Cristo de Gracia del convento de su nombre de los trinitarios de Córdoba, conocido popularmente como el Esparraguero, que procesiona la tarde del Jueves Santo en medio de un clamor de saetas. El protocolo conventual nos aporta los datos más importantes sobre la imagen que llega el 4 de febrero de 1618: «Tiene este convento […] una sagrada, venerable y devotísima Imagen de Cristo nuestro Redentor Crucificado, de cuerpo y estatura natural que con los brazos de la cruz tiene de brazo a brazo tres varas y de largo dos y media; porque la capilla no tubo capacidad para dejarle a la cruz la estatura proporcionada que pedían los brazos. La materia de que está hecho es de cañaheja y la de la cruz de cedro; que todo se hizo y labró en las Indias en la ciudad de la Puebla de los Ángeles, en el Reyno de la Nueva España, a expensas de Andrés Lindo, vecino de esta ciudad de Córdoba y residente entonces en la dicha Puebla de los Ángeles, y lo envió a esta Ciudad a Francisca de la Cruz su hermana».

Un caso singular encontramos en la impresionante imagen del Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas, de la parroquia de San Lorenzo de la capital cordobesa. Se trata de una hermosa talla de Cristo crucificado realizada en el siglo XVII, pero inspirándose posiblemente en modelos anteriores, como si se le dotara de un aspecto más antiguo o arcaico que recordase los modelos medievales. Sin embargo, el tratamiento de la anatomía revela una mano perteneciente a la escuela barroca andaluza.

El influjo de la obra del escultor granadino Pedro de Mena se hace perceptible en una serie de imágenes del Crucificado. La cofradía de María Santísima de los Dolores y Cristo de la Buena Muerte de Priego de Córdoba da culto a una de las más hermosas tallas del Crucificado que se veneran en Córdoba. Relacionado con este mismo entorno procesiona en la tarde del Viernes Santo en la capital el Santísimo Cristo de la Expiración desde la iglesia de San Pablo. La imagen fue trasladada en 1904 a la iglesia de San Pablo por mediación del Padre Pueyo, recuperándose pocos años después su antigua cofradía.

Entre los seguidores de la estética de Juan de Mesa se encuentra Antonio Castillo Lastrucci (1882-1967), que realizaría un amplio conjunto de imágenes procesionales a lo largo de toda la geografía cordobesa. En 1944, recién fundada la Hermandad de Nazarenos Congregantes del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora Reina de los Mártires de Córdoba, se encarga la imagen del Cristo titular al afamado imaginero Castillo Lastrucci, siguiendo la imagen de Juan de Mesa que se venera en la capilla de la Universidad de Sevilla.

Testimonios documentales de la hermandad de la Vera Cruz de Santaella se remontan al año 1551, pudiéndose fundar probablemente con anterioridad. La imagen puede datarse en el segundo cuarto del quinientos coincidiendo con la creación, aproximadamente en esos años, de la corporación penitencial. En el último tercio del siglo XVI fue realizada la impresionante imagen del Santísimo Cristo de la Sangre de Lucena. Es una obra de talleres americanos elaborada con materiales extraños en el arte europeo, papel amate y caña de maíz, empleándose la médula de maíz para gran parte de la anatomía, así como una especie de madera de acacia, denominada colorín, para los detalles de cabeza, manos y pies. Hay una imagen muy importante que sirve de puente entre los años finales del quinientos y la siguiente centuria. Se trata del Santísimo Cristo de la Sangre de la cofradía del Dulce Nombre de Jesús, fundada en el antiguo convento dominico de Guadalupe en Baena. La altísima calidad artística de la imagen ha despertado el interés de los historiadores para descifrar la autoría de tan excepcional obra, perteneciente sin duda a la escuela granadina. La talla es una obra maestra de la escultura granadina de finales del siglo XVI que se ha adjudicado a Pablo de Rojas.

Jesús Caído se trata de uno de los iconos de la Semana Santa. A.J. GONZÁLEZ

El peso de la historia se hace presente en la veneración de la magnífica talla del Señor de la Caridad, de la parroquia de San Francisco y San Eulogio de la capital. Las raíces de la cofradía se encuentran en 1469 y en el hospital de su nombre en la plaza del Potro. Desde su nueva andadura en 1939 sigue dando culto a una extraordinaria talla de Cristo muerto en la cruz, trasladado en 1851 a su nueva sede de la iglesia de San Francisco. Se conocen bastante bien algunos datos históricos de la imagen. Fue donada a la cofradía en 1614 por Juan Draper, quien a su vez la había recibido de la cofradía de San Bernardino como pago de una deuda de mil quinientos reales.

En la localidad cordobesa de Carcabuey nos encontramos con un buen número de obras relacionadas con Alonso de Mena. La Cofradía del Santísimo Cristo de Ánimas procesiona a su titular en la madrugada del Viernes Santo, tratándose de una bellísima imagen de Cristo Crucificado implorante, dirigiendo su mirada hacia el Padre. Es una obra tallada por Alonso de Mena a finales del primer tercio de siglo, hacia 1636.

A las gubias del valenciano Amadeo Ruiz Olmos (1913-1993) se deben una serie de imágenes del Crucificado desde su establecimiento en la ciudad de Córdoba en 1938 a raíz del encargo de las imágenes del paso del Descendimiento. El mismo año de 1938 entrega la talla del Santísimo Cristo de la Clemencia, que fue donada al año siguiente a la cofradía de los Dolores.

En los años cincuenta Martínez Cerrillo trabajará después en los Crucificados de Dos Torres y más tarde en el de Puente Genil. Castillo Ariza tallará en 1954 el Cristo de la Agonía. Miguel Arjona lo hará también para Peñarroya y Almodóvar.

La escuela cordobesa actual, una de las más fuertes de la actualidad, cuenta con las tallas de Antonio Bernal para el Descendimiento de Montilla, y las de Romero Zafra para Bujalance y el de su pueblo de La Victoria, una de las obras maestras contemporáneas indiscutibles. El Cristo de la Universidad, de Miñarro en 2010, aporta la visión de la síndone y los estudios de la pasión en una obra estremecedora.

El final: Piedad y Sepublcro

El grupo de la Madre Dolorosa sosteniendo en su regazo al Hijo muerto, descendido de la cruz, es una de las escenas más emotivas de la Pasión. Muy antigua es la que procede del oratorio de San Juan de Ávila, en Montilla, y es de estética manierista y talla completa de gran belleza. Entre todas ocupa un lugar destacado la obra póstuma de Juan de Mesa, la joya de la Semana Santa de Córdoba: la Virgen de las Angustias. Tallada por el genial imaginero cordobés en 1626 y, aunque la composición final sigue siendo un enigma, no deja de ser un verdadero monumento al dolor y a la compasión.

A la escuela granadina de los Mora pertenecen dos de los mejores grupos de la Piedad de la provincia. Las Angustias de Cabra llegó en 1697, junto con la comunidad de monjas agustinas que la custodian, y se ha puesto en relación con José de Mora. Unos años antes llegaría el conjunto de las Angustias de Priego, salido del taller de Bernardo de Mora y su hijo en torno a 1670.

Ya a finales del siglo XVIII, concretamente en 1799, con un estilo neoclásico Blas Molner talló en Sevilla el grupo de las Angustias, o Virgen de Piedra, de Lucena, que procesiona la cofradía franciscana de Pasión. Del setecientos es también el grupo de las Angustias de Aguilar, de la iglesia del Carmen. Las imágenes del Santo Sepulcro atesoran verdaderas joyas artísticas. Entre todas sobresale la talla de Pablo de Rojas para Priego, la mejor de las que se atribuyen al maestro de Montañés; con él también se pone en relación el Yacente de Puente Genil. De finales del siglo XVI es el Cristo yacente de Zuheros, de hacia 1590. El Cristo en el Sepulcro de Córdoba es hacia 1603. Una talla del siglo XVII es el que procesiona por las calles de Baena en urna de plata de Aumente. Tomás del Risco talla el Yacente de Aguilar a mediados del siglo XVII. Entre las muchas contemporáneas destacamos el de Castillo Lastrucci para Belmez, en 1940, y el de Barbero Medina, en 1943, para Posadas.

Humildad y Paciencia. A.J. GONZÁLEZ

La Madre Dolorosa

Numerosas imágenes de la Dolorosa se conservan en la Semana Santa de la Diócesis de Córdoba. Es imposible detenerse en todas. Comenzando por la capital, muchas de ellas son anónimas, como la Virgen del Amor o la de Gracia y Amparo, ambas del siglo XVII. En el tránsito del seiscientos al setecientos puede situarse la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo de San Pedro; ya de mediados del siglo XVIII es la del Mayor Dolor en su Soledad de San Cayetano e, igualmente, las Tristezas del Remedio de Ánimas. Entre las más antiguas, llegaron con el Nazareno de Priego y del mismo taller, la imagen de la Dolorosa y el magnífico San Juan, hacia 1592. Bellísima es la de medio cuerpo de Carcabuey, obra de Alonso de Mena. Considerada una de las joyas de la provincia y una de las más emblemáticas de Andalucía, sobresale la Soledad de Cabra, atribuida a Pedro de Mena hacia 1663. Su ajuar decimonónico es uno de los más ricos del patrimonio cofrade. Con este mismo taller de Mena se relaciona la bella Dolorosa de la Archicofradía del Carmen de Lucena, de gran calidad artística. Del taller de este escultor salieron las tallas de la Soledad y San Juan de Baena o la bellísima del Consuelo de Puente Genil. De estética granadina más cercana a los Mora es la Soledad de Priego o la dramática Soledad de Jesús Nazareno de Córdoba, que recuerda el quehacer de José de Mora. A sus gubias sí se adjudica la bellísima Dolorosa, de talla completa, a los pies del Señor de la Caridad de Córdoba. Es imposible enumerar todas las Dolorosas de escuela granadina que se reparten por las localidades de la provincia.

En la capital destacan algunas imágenes de gran belleza, como sucede con María Santísima Nazarena, espectacular y cautivadora imagen del siglo XVIII. El principal icono de devoción es otra gran talla, la popular Virgen de los Dolores, tallada por Juan Prieto en 1719, verdadero imán mariano de la ciudad. Su particular iconografía en su paso procesional le confiere ese aspecto único que tiene en Andalucía.

En el siglo XX aparecieron nuevos modelos de belleza más idealizada. Uno de los creadores más propios de la escuela cordobesa es Martínez Cerrillo. Comenzando por la Paz y Esperanza en 1939, conseguiría una imagen de gran impacto, hasta llegar a la Esperanza, la imagen mariana más lograda de cuantas salieron de sus manos y canon para las nuevas Dolorosas cordobesas. Después, en 1951, tallaría la de la Alegría, y la de la Piedad, en 1959. Numerosas localidades cordobesas cuentan con alguna imagen mariana de este escultor cordobés. Entre los nuevos artistas, Castillo Lastrucci talló varias imágenes de la Virgen, como la Reina de los Mártires, en 1945. Ese mismo año, Díaz Jiménez y Castillo Ariza tallaban la expresiva Virgen del Mayor Dolor para el Calvario. Nuevos artistas se incorporan, como Eslava, con su Dolorosa para las Penas en 1973, o la bellísima Virgen de la Merced de Buiza, de 1976, para la Coronación de Espinas.

Juan Ventura aportará su visión en la Estrella, de 1986, y, al año siguiente, en la Concepción, una obra maestra de gran personalidad. Un sello muy personal tienen las Dolorosas de Miguel Ángel González, de magnífica calidad, como son la Madre del Redentor, para la Agonía, de 1988; y la Presentación, de 1990, para la hermandad universitaria. Sin embargo, sería en la de la Caridad, entre 1991 y 1992, donde logró uno de sus rostros más expresivos y sus señas de identidad propias.

Álvarez Duarte crea un prototipo de belleza inspirada en Juan de Astorga, trabajando para numerosas cofradías de toda España. En la capital dejó un conjunto de Dolorosas de gran calidad. La primera de gran impacto fue la del Rosario, de 1973; en 1975 talló la dramática de la Soledad y dos años después la del Desconsuelo para el Sepulcro, de ojos entornados. La Encarnación pertenece a 1980, década en la que talla el conjunto de los Ángeles para la Sangre. El imaginero sevillano dejó más imágenes en otras localidades de la provincia como Lucena, Doña Mencía o Palma del Río.

Los nuevos imagineros cordobeses han contribuido a una personalidad propia en las nuevas imágenes de la Madre Dolorosa. Antonio Bernal en su sentida Dolorosa de la O y la Reina de los Apóstoles. Romero Zafra es autor de la Virgen de la Palma y de la Dolorosa de Rocío y Lágrimas. En la provincia, ambos imagineros, cuentan con imágenes en numerosas localidades. José Antonio Cabello ha tallado Salud y Traspaso y la imagen de Cristo para el Traslado al Sepulcro en la parroquia de Consolación.

Un nuevo barroco: Los misterios

A raíz de la aparición en la Semana Santa hispalense de los primeros pasos de misterio con la figura de Castillo Lastrucci (1882-1967), aunque la ciudad ya contaba con algunos ejemplos del barroco y del siglo XIX, este nuevo estilo más escenográfico y teatral rápidamente cundió en el resto de la geografía andaluza. En Córdoba los primeros ejemplos se deben a Martínez Cerrillo y Ruiz Olmos. Fueron intentos que luego han sido cambiados por otros de mayor calidad, de la mano de la nueva escuela de imaginería contemporánea cordobesa, una de las mejores a nivel nacional.

Córdoba contaba con algunos misterios, como el Calvario del Esparraguero, cuyas imágenes de vestir eran decimonónicas. Otros pasos tenía el Huerto con este asunto y el de la Flagelación. Entre los primeros que se tallan el más valioso y de calidad era el Descendimiento de Ruiz Olmos, que se completó en 1968, y que destacaba por su fuerte personalidad. Con anterioridad, en 1963 talló el bello conjunto de la Borriquita. Martínez Cerrillo realizó en los cuarenta los misterios de Humildad y Paciencia y el de la Sentencia para la capital, así como el de Humildad y Paciencia y el del Resucitado, ambos en Aguilar. El último de los misterios fue el de Castillo Ariza para el Prendimiento en 1952. El misterio del Buen Suceso contaba con imágenes de diversa procedencia.

La Santa Cena es el misterio más numeroso. CÓRDOBA

Virgen de la Soledad de Cabra. CÓRDOBA

A partir de la década de los ochenta se produce un verdadero renacimiento de los pasos de misterio cordobeses. Antonio Bernal y Miguel Ángel González son los imagineros protagonistas. En 1993 Bernal talló las figuras del Señor de las Penas para la hermandad de la Esperanza; fue una auténtica revolución. Junto a la originalidad de la composición, fue muy acertado el realismo de las expresiones. En 1997 estrenó otro conjunto excepcional, el misterio de Humildad y Paciencia, una de sus creaciones más bellas. El siguiente sería el de la hermandad del Prendimiento, completando una trilogía de gran calidad. Por último, completaría el del Resucitado de Miñarro entre los años 2000 y 2003. En la provincia llevaría a cabo en 1996 el bello y elegante Descendimiento de Cabra. Sus misterios se reparten por varios lugares de la geografía española.

Miguel Ángel González cuenta con cuatro misterios. El primero es el de la Sentencia, a partir de 1993, de estudiada composición que acompañan al bello Cristo juvenil de Cerrillo. Entre 1992 y 1998 llevaría a cabo el de la Redención, con notables aciertos en la expresividad de las figuras, como Caifás. El misterio más numeroso, el de la Santa Cena, es tallado por Miguel Ángel González entre 1994 y 1996. Su último misterio es el del Descendimiento, junto a la talla de Cristo de Ruiz Olmos. Talló entre 1994 y 1997 un excelente conjunto de personajes que equilibra la antigua escena de Olmos.

Otros misterios se deben a diferentes imagineros. El de la Coronación de espinas, con la imagen cristífera de Buiza, se completó con figuras de Pinto Berraquero en 1981, autor que entregaría el misterio para la Sangre siete años más tarde; en la misma década, el de la Santa Faz de Dubé de Luque, el titular, y de Antonio Salto, las restantes, entre 1988 y 1989. El misterio del Silencio, obra genial de Ortega Bru, se completó con más figuras de Manuel Téllez en 1994. El magnífico Cristo del Perdón, de Romero Zafra, se completó con las figuras de Manuel Luque Bonillo, de gran intensidad. Aquí se frustró el proyecto de un misterio completo de Romero Zafra para la capital. Sebastián Montes aporta una nueva expresividad a los misterios de la Agonía y la Borriquita. El reciente conjunto de la Conversión con los Ladrones se debe al imaginero Pedro García Velasco. Para el futuro, al Cristo de la Presentación, de Martín Nieto, lo completará López del Espino con un esperado misterio. El nuevo misterio del Beso de Judas será para Luque Bonillo.

Algunos misterios llegaron a la provincia como el antiguo de la Cena de Sevilla, de Antonio Bidón en 1938, que se estrenó en Puente Genil en 1982, con Cristo de Dubé y San Juan, de Barbero; otra Cena de José Luis Jiménez se bendijo en Montilla en 1998.

El triunfo del Resucitado

Uno de los asuntos de menor presencia en la imaginería del barroco es el del Resucitado. La provincia contaba con algunas tallas antiguas, como el atribuido a Alonso de Mena en Puente Genil o el de Priego de Córdoba. La capital veneraba uno antiguo hasta que llegó el de Miñarro en 1988, pero será la genial creación de Romero Zafra, en 1996, para Pozoblanco, donde se consiga una de las obras maestras de imaginería contemporánea. El genial imaginero seguirá tallando numerosas imágenes del Resucitado para diferentes zonas de España.

Así concluimos, desde la luz de la Resurrección, este recorrido por la imaginería procesional cordobesa que mantiene viva la llama de la creatividad y que mira al futuro como centro del que salen, a través de sus numerosos talleres, nuevas obras de imaginería, no sólo para España, sino también para todo el mundo.