El dinero. El capítulo en cierta forma más soslayado de la vida cofrade. Puede que por todo lo que los Evangelios nos advierten acerca de los peligros de las riquezas para el cristiano. O quizá por el tradicional peso en el imaginario colectivo de la traición de Judas al Señor por unas monedas de plata, cuando en realidad el que Judas tuviera la bolsa común de Jesús y sus apóstoles significaba precisamente lo contrario: que era el que más confianza despertaba en el grupo y por eso más increíble resultaba su deslealtad.

En todo caso, evitar a propósito hablar del vil metal en las cofradías es hacerle poca justicia a estas corporaciones en su historia, su presente y su futuro. En primer lugar porque es un capítulo clave para entender a las corporaciones en toda su magnitud. En segundo término, porque nada hay que ocultar ni supone un demérito el uso del dinero si se hace bajo los preceptos cristianos y, tercero, porque a través del uso del dinero que hacen las cofradías desde hace siglos se puede llegar a apreciar mucho mejor el espíritu cristiano e incluso esa obligación de evangelizar que en las imágenes de las cofradías es tan evidente, pero que queda tan oculta en la gestión diaria y en las cuentas de una hermandad. Ahora bien, ¿cómo abordar un aspecto tan amplio como es el impacto económico de las cofradías con especial atención a una faceta clave de ellas como es la obra social?

Una propuesta de guión

Quizá una buena fórmula para afrontar una cuestión tan amplia sea comenzar dando unos apuntes del pasado, pasar luego a estudiar a fondo la situación actual del fenómeno cofrade y de la Semana Santa desde el punto de vista estrictamente económico, adentrarnos en otros aspectos complejos pero a la vez consustanciales a las cofradías como el valor del patrimonio o el uso de productos financieros (seguros, hipotecas para locales, préstamos, etcétera) para terminar abordando la magnitud de la obra social. El análisis quedaría cojo si al final no se valorase, al menos haciendo conjeturas, las repercusiones económicas que puede tener la pandemia del covid-19 en el mundo cofrade en general, así como su impacto en la sociedad, tras un parón de dos años de ausencia de procesiones y de otros acontecimientos en donde las cofradías están siempre presentes.

Una cuestión antigua

Siguiendo con el guión propuesto, hay que recordar que el dinero era una faceta tan importante como la espiritual en el nacimiento de aquellas cofradías gremiales que, desde la Baja Edad Media hasta bien entrada la Edad Moderna, a la vez de dar cultos a un titular, como por supuesto constaban en todos los estatutos, servían de bolsa de pensiones y seguridad social para sus miembros. Cordeleros, bataneros, esparteros, cereros… todos tenían su hermandad y su titular, porque lo que se hallaba en juego no era solo una labor pía y alcanzar el cielo… mucho menos prosaico y tan aterrador como el infierno para muchos era pensar en una vejez sin ningún ingreso, o en su mujer viuda y sus hijos sin más alternativas que la mendicidad, todo ello en un país ya de por sí pobre.

Una anécdota que nos lo puede aclarar mejor todo. Los investigadores nos sorprenden con relatos de procesiones, tanto religiosas como más o menos civiles (ambos términos han sido inseparables durante siglos), de hermandades cordobesas con diversos motivos, que no siempre era hacer estación de penitencia, en donde no solo se portaban los objetos procesionales que ahora consideramos normales (elementos para la liturgia, bocinas, estandartes, etcétera), también en las más informales se sacaban en el cortejo ricos muebles, caras telas en sus arcones, aperos del campo, ganado, gallinas… todo lo que tuviera valor, pudiera moverse y fuese propiedad de la hermandad. Imagínense. Hoy en día es inconcebible.

Pero el objetivo de entonces era lo que ahora podríamos llamar una operación de marketing y una forma de dar cuenta a la ciudad de los recursos y la gestión de la corporación para garantizar un mínimo de bienestar a los hermanos. «Tenemos estos muebles para avalar operaciones de préstamos, estos bienes para cuidarte si en un accidente de nuestro gremio quedas tullido, estas gallinas para que en el futuro no le falte al menos media docena de huevos a tu viuda… Hazte de ésta hermandad. Seremos también tu seguridad social y tu plan de pensiones, venía a decir un mensaje implícito (que como ven no era ninguna broma ni estaba falto de altruismo e incluso de un sentido último de la caridad) de unas procesiones que hoy nos resultarían incomprensibles sin no son vistas desde este contexto socioeconómico y en un mundo donde las seguridad que hoy en día proporciona el Estado eran impensables.

Terrazas y procesión de la Entrada Triunfal. A.J. GONZÁLEZ

Cuentas al día... Antes del Covid-19

Pero volvamos al presente. Al menos a un presente cercano, a la realidad económica de las cofradías inmediatamente antes de la pandemia. Así que, ¿de qué hablamos cuando nos referimos al impacto económico de las cofradías en Córdoba? Pues resulta que tenemos dos magníficos instrumentos para acercarnos a ello gracias a Analistas Económicos de Andalucía (AEA) junto al apoyo de la Agrupación de Hermandades y Cofradías y la Diputación, dos informes detallados de muy distinto calado, separados por casi una década y con una metodología y ámbito diferentes (uno centrado en la ciudad de Córdoba y el otro en la provincia), pero que, sin embargo, se complementan tanto en el tiempo como en sus espacios de estudio con resultados sorprendentes.

En primer lugar, se encuentra el informe de Analistas Económicos de Andalucía del 2009 Efectos socioeconómicos de la Semana Santa en la ciudad de Córdoba, un pionero y contundente acercamiento científico al impacto real que tiene la actividad cofrade y que se centró exclusivamente en el municipio cordobés, con una metodología eminentemente economicista y que cifró en 42,06 millones de euros el ‘movimiento’ que produce este ciclo mediante los efectos directos, indirectos e inducidos, además de general 1.682 empleos.

Puede que 11 años después, con la larga crisis del 2008 distorsionando los cálculos, el boom de las cofradías en el último lustro (incluyendo el cambio de la Carrera Oficial) y la pandemia del 2020 el análisis precise una revisión, aunque los datos de entonces son un magnífico referente para cuando todo vuelva en el 2022, como esperamos, a la normalidad.

Aquel documento reflejaba que el impacto económico de la Semana Santa y la actividad cofrade en la capital representaría el 0,35% del Producto Interior Bruto (PIB) de la provincia cordobesa y que un total de 759.716 personas asisten a la Semana Santa de Córdoba, de los cuales, la mayor parte (673.782 personas) corresponden a residentes en la ciudad o su entorno.

A los demandantes o público asistente corresponde la mayor cuota de contribución a los efectos totales (casi el 58,2%), con un importe cercano a los 24,47 millones de euros, aportación que subraya la notable significación que la Semana Santa en la ciudad de Córdoba tiene sobre la actividad del sector turístico y de ocio para la ciudad y su entorno más cercano.

Los efectos directos generados por los agentes que «producen» la Semana Santa, valga este concepto tan economicista, y que vendrían a ser de forma agregada las hermandades y cofradías, la agrupación de éstas, sus proveedores y otras entidades colaboradoras, así como los participantes (nazarenos o costaleros) ascienden a un importe próximo a los 4,78 millones de euros.

Efectos indirectos

Por su parte, los efectos indirectos, estimados a través de los demandantes o público asistente a la Semana Santa, suponen un gasto efectivo total de 24,5 millones de euros. Los visitantes en la ciudad durante esta celebración generan la mayor proporción de este gasto agregado, rondando los 15,5 millones de euros en el caso de los turistas y, en torno a 0,33 millones de euros los visitantes que no pernoctan en la ciudad de Córdoba, mientras que el gasto satisfecho por los residentes en Córdoba supone un montante próximo a los 8,6 millones de euros.

El informe señala, además, que en total 759.716 personas asisten a la Semana Santa de Córdoba, de los cuales, la mayor parte (673.782 personas) corresponden a residentes en la ciudad o su entorno y que unas 15.750 personas presencian los actos de la celebración como visitantes que no pernoctan, mientras que 70.455 personas serían turistas alojados en establecimientos hoteleros o en casa de amigos o familiares.

Entre los resultados más destacados del público asistente, destaca la importante presencia de visitantes de otras comunidades autónomas (43%), así como del extranjero (un 12% de los visitantes). La duración media de la estancia en la ciudad asciende a 3,6 días (un promedio que triplica la media anual), así como el mayor gasto medio realizado por persona y día, 77 euros.

Valor social no tan intangible

El segundo de estos grandes instrumentos de análisis es el imprescindible Valor social generado por la Semana Santa en la provincia de Córdoba, también de AEA, terminado en septiembre del 2019 y presentado en diciembre de ese año. Elogiado por expertos como el catedrático José Javier Rodríguez Alcaide en las propias páginas de Diario CÓRDOBA, se diferencia principalmente del anterior informe de AEA por su actualidad, ámbito provincial, por centrarse en la Semana Santa (el anterior hablaba de la actividad cofrade en general a lo largo del año) y, sobre todo, por una moderna metodología que tiene en cuenta la dimensión social y cultural de la fiesta, introduciendo conceptos como el SROI (Social Return On Investiment) y tras realizar cientos de encuestas específicas. En este impagable segundo análisis se calculan los beneficios sociales percibidos por los cordobeses sobre la celebración de la Semana Santa en 265,94 millones de euros del total de 330,47 millones de euros de beneficios socioeconómicos netos, entre los que también están 9,8 millones de euros de impacto económico directo, 34,45 de impacto económico indirecto y 20,28 millones de impactos inducidos sobre la economía. Un dato que destacó en su día tanto el entonces presidente de la Agrupación de Cofradías de Córdoba, Francisco Gómez Sanmiguel, como su actual sucesora en el cargo, Olga Caballero: el retorno económico que genera la Semana Santa en la provincia está en proporción de uno a cuatro. De cada euro que se invierte, se genera cuatro veces más que revierte en la economía cordobesa. Si a ese montante creado se le aplican los impuestos y tasas, la Semana Santa sería uno de los mejores negocios en los que la Administración puede invertir, hablando solo de dinero.

Bien de Interés Cultural, el magnífico Cristo de Las Angustias. CÓRDOBA

Capítulo aparte estarían los 85,1 millones de euros del coste total asignado al mantenimiento, organización y preparación por parte de los actores principales al desarrollo de la Semana Santa, lo que supondría que este ciclo genera un valor social global de 3,9 euros por cada euro invertido en el mismo.

Por otra parte, este segundo informe de AEA fue pionero al realizar encuestas a 61 empresas y talleres de la ciudad y del resto de la provincia, aunque no segrega específicamente partidas sobre el gasto o la producción (por ejemplo, en los oficios cofrades, de los que ya hablaremos más adelante) al valorar en 9,8 millones de euros los costes directos y en 16,01 millones los indirectos para organizar la Semana Santa por parte de proveedores, incluyendo en este capítulo la hostelería.

Eso sí, en la cuantificación de los outcomes (valor social) de la Semana Santa de Córdoba, el informe del 2019 afirma que la puesta en valor y exhibición del patrimonio artístico e histórico, salidas procesionales, museos cofrades y otras actividades suponen 8,3 millones de euros del presupuesto de las 480 cofradías de la provincia (a través de un 64,7% de su gasto corriente y un 31,8% del de inversiones), a lo que el gasto destinado a la contratación de servicios profesionales y artesanos: inversiones en enseres, mantenimiento y mejoras de los pasos y sus imágenes supondrían otros 5,8 millones de euros.

‘Macrocifras’ aparte

Estos últimos datos nos dan pie para seguir con el guión inicial propuesto: toca hablar de cuestiones como los sectores relacionados con la vida de las hermandades, entre ellos los propios oficios cofrades, el patrimonio artístico y artesanal atesorado, cuestiones financieras… algunas tocadas tangencialmente en los dos informes de macrocifras económicas referidos, pero que tienen muchísimos más matices… aunque menos cifras, lo que quizá por otro lado agradezca el lector a esta altura del amplísimo análisis que le ofrecemos.

Hablemos pues de los oficios cofrades, que ya se detallan en otro capítulo de esta publicación y, para despedirnos del informe de AEA del 2019 que ya hemos analizado profundamente, hay que decir que el estudio apuntaba a 2,43 millones de euros anuales directos en el concepto de «demanda de arte y consumibles cofrades», que al aplicarse un 1,384 de coeficiente de efecto inducido significaría un movimiento anual de 3,36 millones de euros totales con la creación de 204 empleos directos, indirectos e inducidos.

Nuestra ‘exportación’ cofrade

Esto entra directamente en relación con un aspecto no tocado específicamente en los informes sobre la repercusión económica de las cofradías y la Semana Santa: la industria y los oficios cofrades como exportadores. Y es que se da la circunstancia de que Córdoba, de pasar muchas décadas como cliente de talleres, firmas, artesanos y artistas cofrades del exterior, especialmente de Sevilla, en los últimos tiempos se ha convertido en referente y en exportadora de arte y artesanía cofrade.

Como se ha dicho, no es cuestión de extenderse en este tema ya que en otro capítulo de la presente publicación se profundiza específicamente en los oficios cofrades, pero no podemos dejar de citar unos ejemplos en imaginería desde que Francisco Romero Zafra, que de 68 obras realizadas en 21 años solo 5 se quedaron en Córdoba, y cuya estela siguieron Antonio Bernal, Manuel Luque, Alfonso Castellanos, Juan Jiménez, Pedro García, Rafael Gata, Pedro Jesús Pila, Luis Agudo… mientras que en orfebrería Emilio León, Manuel Valera, Manuel Aguilera, José Navarro y Jesús Amaro, entre otros, han llegado a poner obras suyas hasta en Filipinas. De hecho, hace una década ya algunos de estos talleres reconocían que el 90% de su producción estaba destinado a encargos de fuera de Córdoba.

El pasado año, el entonces presidente de la Agrupación de Cofradías, Francisco Gómez Sanmiguel, lo definía con una sola frase: «Puede o no saberse cuánto exportan los artistas y artesanos cordobeses, pero una cosa es segura: ahora mismo la Semana Santa Cordobesa es autosuficiente, tenemos artistas de primera en todas las actividades». Por supuesto que este despegue se ha visto truncado por la crisis sociosanitaria del 2020, aunque ya hablaremos de ello más adelante

Y entonces... ¿Cuánto vale el patrimonio?

Porque algo está claro… todo ese potencial cordobés actual, amén de la riqueza artística existente desde hace siglos, tiene un efecto inmediato: el patrimonio artístico de las cofradías de la ciudad y su provincia se está multiplicando en cantidad y calidad, sumándose, como ya se ha dicho a un legado ingente. Se trata de un patrimonio que si se valora solo desde un punto de vista economicista da pie en este capítulo a otra pregunta clave: «¿Cuánto vale el patrimonio cofrade?» Pues bien: muy poco… y a a la vez todo. Expliquémoslo porque nos adentramos en una cuestión en la que las cifras dejan de ser útiles y hasta de tener sentido.

Por ejemplo: ¿Cuánto vale anímicamente para el barrio de San Agustín el conjunto de Las Angustias, La Agonía para El Naranjo, El Amor para el Campo de la Verdad o Los Dolores para la ciudad en general? Lógicamente, no tiene precio. Ni como pieza artística ni como elemento psicológico e identitario de los cordobeses. Sólo un ejemplo de unas pasiones que no tienen cuantificación económica posible: aquella algarada cuando Las Angustias fue retirada del templo semiderruido del barrio de San Agustín hace décadas, en 1961, hacia San Pablo, o cuando la hermandad decidió volver a la restaurada iglesia, en 2014, en un acto que fue una auténtica reivindicación de la identidad del barrio.

Paragüas en la carrera oficial, una de las situaciones más desoladoras. A.J. GONZÁLEZ

Aún así, intentemos ceñirnos a términos exclusivamente economicistas. Pensemos, por ejemplo, en el encargo a un taller orfebre de una corona de plata y oro para una Dolorosa, cuyo pago ya supondría, amén de otros recursos de la hermandad (fondos propios, donaciones, etcétera) un trabajo difícil de cuantificar de cientos de horas de voluntariado de los hermanos, desde vendiendo participaciones de lotería de Navidad hasta trabajando en la fiesta de Las Cruces o Feria, por ejemplo. Pero… ¿cuánto vale el material del que está hecha la presea? Apenas unos cientos de euros de oro y plata. Su valor auténtico de miles de euros radica en la obra artística en sí y en las cientos de jornadas dedicadas por los expertos del taller, todo ello para una corona que resulta invendible en la práctica al no existir un mercado de compra-venta de objetos cofrades de alto valor, que son operaciones muy excepcionales. De hecho, quizá a ello se debe que los robos de bienes del patrimonio cofrades sean relativamente infrecuentes (al menos en relación a su valor nominal), ya que se trata de objetos perfectamente rastreables en todo el mundo y que solo dejarían a un supuesto al ladrón la opción de fundir la pieza para obtener algún beneficio, a sabiendas que un crisol profesional puede llegar a ser hasta más caro que los gramos de plata y oro que sacaría con su delito.

Otra cosa, por supuesto, sería el valor de la pieza según en lo que está asegurada, y en ello cada hermandad y cada compañía de seguro es libre de fijar las condiciones y el valor de la póliza, aunque, por lo ya dicho, las hermandades suelen pensar más en una prima que le permita reparar un grave daño del objeto asegurado (debido a un daño parcial) que en ser compensada por el total del coste de la pieza.

Precisamente es ésta una cuestión, la de los seguros, que nos deja al frente de otro aspecto de este capítulo: las cofradías y el mercado financiero.

Cuando el hermano ecónomo va de bancos

Y es que la contratación de seguros y la compra de productos bancarios no son cuestiones desconocidas en el mundo cofrade, aunque todo ello en un ámbito fuertemente fiscalizado y sujetos en ocasiones a permisos debido a que las cuentas de cada hermandad están siempre bajo una doble lupa: la de los organismos de la Administración y la de la contabilidad del Obispado, una circunstancia muy a tener presente.

Respecto a los seguros, además de aquellos que se realizan sobre el patrimonio como se ha esbozado, ya es todo un clásico el seguro de contingencia para las procesiones. Se trata de una póliza cada vez más usada pero que no deja de sorprender al profano al ver que además de existir un seguro contra fenómenos meteorológicos en el campo (el seguro agrario) o para grandes conciertos, muchas estaciones de penitencia también están aseguradas. Generalmente la póliza no es cara y la compensación en caso de lluvia permite a la hermandad (dependiendo de las condiciones) hacer frente al gasto en material fungible (cera, flores, pago de la banda, etcétera) e incluso paliar algo de patrimonio que un maldito chubasco imprevisto pueda causar.

Otra curiosidad. Generalmente, estos seguros solo se pueden firmar hasta 15 días antes de la salida de la procesión, cuando se estima que aún no hay datos meteorológicos fiables sobre la jornada de la estación de penitencia.

Pero tampoco es raro que las hermandades acudan a los bancos para cuestiones tan cotidianas como la gestión de cuentas (más aún con cientos de hermanos que deben pagar cuotas, papeletas de sitio, etcétera), todo ello con operaciones cada vez más telemáticas, o para la compra de productos como una hipoteca con la que hacerse con la titularidad de la casa de hermandad, una adquisición que aumenta su patrimonio de forma tangible, al menos para los bancos, de cara al futuro y a peticiones de préstamos, rehipotecas, venta, etcétera.

La obra de las obras: la obra social

Llegados a este punto del análisis económico de las cofradías, «si no tengo caridad, nada soy» (I Corintios, 13:2), entendiendo como «caridad» no un acto solidario puntual sino, en su etimología, una cuestión institucionalizada de «amor. Y eso es precisamente la obra social de las cofradías» y hermandades.

Por estatutos, y aunque de las casi 500 cofradías de todo tipo que existen en la provincia algunas aún se retrasan en actualizar sus reglas, toda hermandad tiene el deber de destinar un 10% de sus ingresos anuales a obra social, en la forma que estime pero siempre perfectamente justificadas. Además, la propia Agrupación de Cofradías de Córdoba, al igual que otras entidades coordinadoras en localidades de la provincia, tiene un cupo para este fin, concretamente de 20.000 euros que en los últimos años se reparte según las propuestas de las propias cofradías y a tenor de lo que éstas acuerdan anualmente. ¿Parece una buena cantidad? Pues hay que decir que algunas hermandades por sí solas superan esta cantidad en su obra social, y eso sin cuantificar las horas de trabajo de voluntariado de sus miembros.

De hecho, en el año 2013, quizá el más duro de la pasada crisis económica y que se cebó especialmente en muchos barrios de ciudades como Córdoba, ya hubo hermandades que no se limitaron ese 10% obligatorio y destinaron a obra social, sobre todo a asistencia a familias directa e indirectamente, entre el 30 y hasta el 40% de sus ingresos, comenzando por los propios hermanos que encontraron en la cofradía un apoyo inmediato.

Por entonces, la estimación era de 13.500 euros de media anual por hermandad de la ciudad de Córdoba para obra social, contando en ello el valor del voluntariado desplegado, variando muy notablemente entre una corporación y otra en función de sus recursos y de las necesidades del entorno en donde se encuentran, especialmente en el entorno de la casa de hermandad.

Iniciativa del grupo joven de la Expiración. A.J. GONZÁLEZ

En total, ya entonces hablábamos casi medio millón de euros debido a que en el 2013 el esfuerzo de las cofradías permitía asistir directamente a 1.300 familias (a una media de más de tres decenas atendidas discretamente por hermandad en algún momento del año), que llegaban a las 5.000 en unión a otras entidades y redes solidarias, plenamente coordinadas, para sacarle el máximo partido a todos los recursos. Por no hablar de las numerosas hermandades que incluso mantienen programas de cooperación solidarias internacionales y que ni en los peores momentos han dado la espalda a estos proyectos para que no se pierda todo el trabajo y esfuerzo realizados durante años.

Pero la pregunta clave es: ¿A cuánto se eleva este esfuerzo de obra social tras el Año Covid? También es difícil de responder, pero sin duda es mucho más que en lo peor de la pasada y larga crisis económica del 2008, ya que a pesar de la bajada de ingresos de las hermandades, las tremendas necesidades creadas por la crisis sociosanitaria del covid-19, y al no existir compromisos de pago para la estación de penitencia, muchas «han destinado a obra social hasta el 80%, y no me extrañaría que hayan puesto cerca del 100% de los ingresos», explica Olga Caballero, presidenta de la Agrupación de Cofradías de Córdoba.

Lo que la pandemia ha trastocado

La afirmación de Olga Caballero nos deja frente a la última parte de este capítulo dedicado al impacto económico de la Semana Santa de Córdoba y su obra social: las consecuencias de la crisis sociosanitaria, una cuestión compleja cuyo alcance a buen seguro no puede analizarse aún, en lo que respecta al 2020, y con repercusiones que trascenderán al presente 2021.

Sin recurrir al obvio revés que la hostelería ha tenido con la supresión de las procesiones durante dos años consecutivos: ¿Hasta qué punto se ha desmantelado el entramado de artistas y artesanos cofrades que están dedicándose a otras actividades mucho más prosaicas pero que les permiten llevar el pan a casa? ¿Volverán a sus antiguas actividades y producciones cuando los efectos de la pandemia pasen? ¿Seguirá habiendo demanda por parte de las cofradías para ello, al menos en el volumen con el que se hacía en el 2019?

Y es que la cadena del desastre económico no solo afecta a las cofradías, a sus proveedores (como se define en ciencia económica), sino también a los proveedores de los proveedores. Otro ejemplo clarificador que en este caso llega nada menos que desde las macrocifras del campo andaluz: de todas las producciones agrícolas, una relativamente pequeña en superficie en Córdoba, como es el de la flor ornamental (a la que se dedican 57 hectáreas en Córdoba pero con 26.840 toneladas de producción), sufrió la mayor caída comparativa del precio en el año del covid-19, con un 67,6% de bajada en las cotizaciones del campo.

Y es que desde el principio de esta cadena económica descrita, las propias hermandades, el recorte de ingresos ha sido brutal porque no solo se han perdido dos Semanas Santas consecutivas de presencia en la calle de las hermandades, con sus correspondientes papeletas de sitio, sino también muchas fuentes de ingresos secundarias (Cruz de Mayo, presencia en la Feria, etcétera) y hasta ha mermado iniciativas tan tradicionales como la venta de lotería de Navidad o donaciones de familias para las que una pequeña aportación ya es todo un lujo.

Y todo ello sin hablar de hermanos que se dan de baja (la mayoría de las veces por tener que recortar gastos, en donde de pronto se convierte en un lujo que varios miembros de una misma familia sigan pagando su cuota). Al respecto, no deja de tener mérito los hermanos que están en este 2021 comprando papeletas de sitio para una estación de penitencia ‘virtual’ que no se verá en la calle, pero que permite a la hermandad mantener sus compromisos económicos.

Una cuestión que preocupaba particularmente a las cofradías era el impacto que estos dos años de parón podrían tener en la juventud cofrade, un punto flaco de las cofradías porque buena parte de ellos abandonan a cierta edad las corporaciones, y a la vez el gran tesoro de este movimiento ciudadano que moviliza a 50.000 cordobeses solo en la capital. Al respecto, hay que recordar que otros grandes colectivos como el vecinal o el social envidian abiertamente la fortísima presencia y la atracción que las cofradías ejercen sobre la juventud, con varias hermandades en donde hasta el 80% de los cofrades no llegan a 30 años.

«Pues, precisamente, los que nos están sorprendiendo ahora son los jóvenes. No solo no están dando muestras de hartazgo y de olvidar a la hermandad con la crisis del covid-19, sino que además son el alma del trabajo voluntario, de los cultos que han sido este año más espectaculares que en ninguna edición anterior...», afirma Olga Caballero. «Nos están dando una lección de madurez, de fe y esperanza», concluye la presidenta de la Agrupación, recordando que, por muchos números que se hagan.... hay cosas que no tienen precio.