Puede parecer una paradoja que la sobriedad castellana de la Semana Santa de Castro del Río rasgue el velo del trampantojo para mostrar en esencia esta rica manifestación religiosa, cultural y artística que en la población del Guadajoz aún goza de una trascendencia que los nuevos aires cofradieros provenientes del Bajo Guadalquivir, o los que llegan a través de la Subbética, no han cubierto del todo las peculiaridades que conservan las hermandades castreñas.

La sobriedad de ambas Castillas se respira en las procesiones del núcleo principal de la Semana de Pasión, que realizan un recorrido cinco veces centenario e inamovible, bordeando el medieval y singular barrio de la Villa, adentrándose en sus calles laberínticas y relajándose en sus anchos llanos. Esta misma sobriedad la han heredado las cofradías surgidas en la villa campiñesa a partir de la segunda mitad del siglo XX.

La Semana Santa de Castro del Río es singular por guardar un tesoro de tradiciones barrocas y por incorporar, a través del tiempo, elementos autóctonos que enriquecen esta manifestación religiosa a nivel nacional. Tanto las tradiciones conservadas como las aportaciones singulares mantienen un rasgo común, la serenidad con la que transcurre el tiempo y la vivencia de la Semana Santa castreña en la música, los cantos de quinario, saetas, actos y procesiones, envueltas con majestuosidad, elegancia y sobriedad.

Es el terreno musical donde Castro del Río realiza una importante aportación, que junto a otras manifestaciones, la llevaron a ser declarada de Interés Turístico de Andalucía en marzo del 2001. Las saetas castreñas, de las que se conservan tres modalidades distintas, suponen una riqueza singular, con unas composiciones de saetas primigenias, sin relación ninguna con las aflamencadas, con cinco versos y tonalidades diferentes. Las saetas de la vía sacra, interpretadas durante los vía crucis que se cantaban todos los viernes de Cuaresma, con salida de la iglesia de Jesús Nazareno, durante la madrugada, hasta la mitad de la pasada centuria, perviven hoy al ser interpretadas durante el vía crucis de las hermandades que se celebra el primer viernes de Cuaresma, además del vía crucis de la cofradía del Cristo de la Salud por el barrio de la Virgen de la Salud, en el quinario y la procesión de esta hermandad creada en 1996 y en la procesión de la Madrugá. Durante el vía crucis se cantan catorce saetas que narran la Pasión de Cristo con una descripción minuciosa y una riqueza teológica admirable en cada una de las 14 estaciones.

El Coro de Capilla. La institución musical es clave en la Semana Santa. CÓRDOBA

El pregón, o saeta a rigor, es otra de las aportaciones de la Semana Santa de Castro del Río a la musicalidad pasionista española. Es un canto rígido, sin ninguna concesión al adorno, que necesita de voz clara y cualidades especiales. Dedicada por su sobriedad a la figura de Cristo, el Jueves Santo acoge esta manera particular de rezar en la procesión de la Santa Vera Cruz, la más antigua de Castro del Río, erigida antes de 1555. Multitud de letras diferentes se dirigen a Jesús Preso y a Jesús en la Oración en el Huerto, que, según el académico numerario Juan Aranda Doncel, «alcanzan su máximo esplendor en la procesión de la madrugada del Viernes Santo», por las numerosas saetas a rigor que los pregoneros de la Madrugá cantan durante toda la noche y hasta la entrada de la procesión en su templo. El tercer tipo de saeta es la samaritana, nacida del pregón, pero endulzada con melodías delicadas, destinadas a la Virgen de todas las hermandades castreñas. Las saetas, según Luis Melgar Reina y Ángel María Rújula, hacen de Castro del Río, «probablemente, el pueblo andaluz que tenga un más rico y variado abanico saetero», derramándose esta riqueza en la mayoría de las procesiones castreñas.

Otro elemento barroco musical destaca en la Semana Santa de la población abrazada por el Guadajoz. Se trata del Sermón del Paso, una manifestación que perdura en numerosos pueblos de la Campiña. Se escenifica, en un espacio amplio, en el caso castreño en el llano de la Iglesia, al amanecer del Viernes Santo, tras el descanso de la procesión de Jesús Nazareno, la Madrugá, donde se intercala con el sermón de un predicador «forastero y de prestigio», que desde un balcón narra la Pasión, y la interpretación, por parte de los pregoneros de Jesús, de la Sentencia de Poncio Pilato o sentencia mala, de composición más extensa que la que se interpreta en la mayoría de las poblaciones; la Confortación del Ángel o sentencia buena; y la Confortación de la Virgen, pieza que únicamente se canta en Castro del Río, en la que un ángel enviado por el Padre Eterno conforta a la desconsolada Virgen María.

La riqueza musical castreña cuenta con la participación del Coro de Capilla en los quinarios que las hermandades dedican a sus titulares, con la interpretación de los cantos de quinarios, y la participación en las procesiones entonando el Miserere y el Stabat Mater, principalmente en la Madrugá. La capilla musical castreña es otro elemento barroco más, sobrio y elegante, que participan en la Semana Santa. Asimismo, la música de banda que acompaña al Santo Entierro la noche del Viernes Santo, con composiciones sobrias, lánguidas y melódicas, compuestas en la primera mitad del siglo XX para esta hermandad. Por último, el prestigioso concurso nacional de saetas de Castro del Río, organizado por la Peña Flamenca, atrae, cada dos años, a los mejores saeteros de España.

Las celebraciones litúrgicas son otra fuente de singularidad barroca. Los quinarios, principalmente el del Nazareno, que goza de una gran asistencia de fieles, debido tanto al arraigo del titular en la población, como a su celebración dentro de la Semana Santa, saliéndose del común de actos, que comienza el Sábado de Pasión y finaliza el Miércoles Santo, en la iglesia de Jesús, con la participación de un predicador «forastero y de prestigio», la interpretación por el Coro de Capilla de los cantos de quinario y la participación de numerosos saeteros.

La Vera Cruz, la hermandad más antigua de Castro. CÓRDOBA

Y respecto a las procesiones, el núcleo principal está formado por la Vera Cruz, el Santo Entierro, la segunda cofradía en erigirse, y Jesús Nazareno o la Madrugá, la tercera en aparecer a finales del XVI, ocupando el único espacio temporal libre en los días santos del jueves y viernes, la madrugada, son un catálogo de singularidades. La Santa Vera Cruz, que sale la noche del Jueves Santo de la parroquia de la Asunción, una de las iglesias más antiguas de Córdoba, precedida en la tarde por el paseíllo de la escolta de romanos, para recoger al hermano mayor y simbólicamente al clero parroquial, procesiona cuatro pasos por un recorrido llamativo y encantador, las estrechas y sinuosas calles del barrio de la Villa, sus anchos llanos y las cuestas que dan acceso a este espacio medieval con una numerosa participación de nazarenos, sobresaliendo un exquisito murmullo en sus filas y una especie de desorden ordenado motivado por el acompañamiento de numerosos hermanos y devotos, padres, madres e hijos pequeños, estos últimos también con la túnica de penitente, el cordón de pita desde el cuello y un rosco esmerilado de blanca azúcar colgado de una cinta de raso. Es la procesión más popular, y la que aporta hermanos a las distintas hermandades y cofradías por su singularidad, y organizar, dentro de la hermandad, una de las cofradías más queridas de Castro del Río, la del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que sale el Miércoles Santo, tras aprobarse los estatutos en 1954, teniendo como característica la subida al cementerio, durante su recorrido, rezando tres Padrenuestros por las almas de los difuntos. El Viernes Santo por la tarde se realiza el paseíllo de las escoltas de romanos al son de El centurión, del maestro Martí, y destaca una escuadra de romanos a caballo, de la cofradía del Cristo de la Misericordia, Santo Sepulcro y Soledad de Nuestra Señora, para recoger al clero, la segunda hermandad en constituirse en Castro, realizando el cruce de guiones entre los de la Madrugá y la Última, cediendo la primera el recorrido procesional a la segunda, celebrando a continuación el Sermón de la Soledad. Por la noche, el cortejo realiza su lento recorrido acompañado por el dolor de las marchas del maestro castreño Algaba Pobre hija mía y El Cristo del Carmen, además de El entierro, de Bustelo.

Pero donde la singularidad realza a la Semana Santa castreña es en la procesión de Jesús, conocida como la Madrugá, la tercera en constituirse en la localidad. Con salida a las dos hora solar de la iglesia de Jesús, es la manifestación más importante de la penitencia. La procesión la componen numerosos penitentes que van todos descalzos, incluso los niños más pequeños. Visten túnica de sarga morada con cola, cordón de pita desde el cuello a la cintura y los penitentes que portan pesadas cruces de madera, también descalzos, llevan verduguillos para mantener el anonimato. No tiene acompañamiento musical, solo un ronco tambor que marca el ritmo de la escolta de romanos. Los numerosos pregones (a los que da el fin el toque ronco de una larga y antigua trompeta de madera) y samaritanas rompen la monotonía del tambor, así como la interpretación de varios misereres y Stabat Mater por parte del Coro de Capilla. El silencio, el recogimiento y la falta de público en las aceras envuelven a esta procesión en una serena soledad espiritual. Al amanecer, llega al llano de la Iglesia, donde tiene lugar el Sermón del Paso, para continuar, con el sol calentando las piedras de las calles, al templo de Jesús. Se trata de una singular penitencia de toda una hermandad que se conserva a orillas del Guadajoz.

Las cofradías que completan la Semana Santa castreña, surgidas en la segunda mitad del siglo pasado, también aportan singularidad como la popular Borriquita, erigida en 1947, con el diseño de unas originales túnicas para los niños. El Lunes Santo, desde hace 13 años, las escoltas romanas homenajean a las Vírgenes titulares de las hermandades y a la patrona, la Virgen de la Salud, con ramos de flores en sus iglesias y ermita. El Martes Santo, el Cristo de la Salud baja en vía crucis desde la ermita de la patrona hasta la parroquia; el Miércoles, Santo, el Cristo de la Buena Muerte, realiza su singular procesión ya descrita; y el Domingo de Resurrección, la mañana castreña recibe la gozosa noticia del Resucitado con la hermandad del mismo nombre, fundada en 1981, que festeja el encuentro con la Virgen de la Alegría en el llano de Jesús y en la Plaza. Un vocabulario y una estructura de hermandades singulares completan una Semana Santa distinta que transcurre en un largo recorrido entre iglesias por calles estrechas, sinuosas, cuestas empinadas y rincones impresionantes en cualquier punto de la carrera oficial, así como en el medieval barrio de la Villa.