La sobriedad y austeridad franciscana de la hermandad la hace poco dada a grandes estrenos (eso sí, siempre de calidad cuando los hay) y tampoco a hacer alarde de ello. Pero... ¡ayer había tanto que celebrar! Se iba a estrenar la parihuela del paso del Señor reestructurada para que el canasto ganara altura, además de faldones de terciopelo con galonería doble en oro. Por cierto, hace poco, hay que recordarlo, se recuperó una túnica del siglo XIX de terciopelo bordada en oro que donara la infanta Isabel de Borbón y Borbón. Para la procesión de ayer, Nuestro Padre Jesús Nazareno lucía iris azules en el calvario, mientras que María Santísima Nazarena se había preparado exornada con piñas cónicas de rosas blancas. Pero no pudo ser. Quizá un consuelo sea el propio espíritu de san Francisco, que trataba a lo hombres, los animales y los fenómenos de la naturaleza como hermanos. «Hermano sol, hermana luna», decía aquella película sobre el santo de Asís. Ayer, la hermandad abrazó la decisión de la hermana lluvia.