Aún hay quien se sorprende (a los que saben de esto de las cofradías, que los neófitos ni se dan cuenta del detalle) de que solo a la Vera Cruz se le toca la Marcha Real cuando sale la cruz de guía. Una forma de reivindicar desde el primer momento el espíritu de la hermandad, repleta como pocas de una iconografía y de detalles con tan profundo significado.

Algunos de estos signos son puntuales, como por ejemplo, el saludo que a los titulares del Descendimiento le dedica Nuestro Señor de los Reyes en su salida o los cinco escudos que lucieron ayer otros tantos cirios del paso de María Santísima del Dulce Nombre, correspondientes a las cofradías del Lunes Santo, en honor a la hermandad que existe entre estas corporaciones y que se renovó con un acto de convivencia el Domingo de Ramos.

Otros gestos tienen un calado más profundo, en las raíces mismas de la hermandad y del propio cristianismo. Como la procesión de la reliquia del Lignum Crucis que posee la hermandad, donada por la fundación Marqués de Vivancos, y que se incluye en el cortejo penitencial desde el 2017, justo estrenándose la nueva carrera oficial en el entorno de la Mezquita-Catedral. La reliquia que centra el espíritu de la hermandad procesionó ayer nuevamente entre cuatro cirios verdes.

Y, por supuesto, también es todo un signo el cariño del barrio a los titulares de la hermandad, como se vio anoche tanto a Nuestro Señor de los Reyes como a María Santísima del Dulce Nombre, que sorprendió exornada con flores en piñas cónicas. Ninguno como un barrio que es «de la Verdad» para apreciar los valores de la verdadera cruz.