Fue otra decisión salomónica de la jornada: salir pero acortando el recorrido. Y es que pocas como El Descendimiento saben hacer las cosas a golpe de corazón, de latidos llegados desde el otro lado del río. Así de emotivas fueron la primeras chicotás dedicadas a los hermanos y costaleros que este año no están junto o debajo del paso. O la oración que se dedicó en la Catedral a estos hermanos fallecidos, o las primeras saetas de la jornada, o ese soportar el viento en el Puente Romano, casi bíblico evocando la tempestad tras la muerte de Cristo... pero que no dejó de ser otro revés, y no pequeño, en una fría tarde. Más duro aún fue el regreso en el mismo Puente Romano con un chubasco mientras se aceleraba la marcha. Ya en el Campo de la Verdad con el misterio a cubierto, exornado con clavel rojo, y el palio, con clavel blanco, a pocos metros de poder guarecerse de ser preciso, unas marchas endulzaron una amarga tarde y dieron la medida de los corazones del Sur.