El año pasado fue Nuestro padre Jesús Caído, la impresionante obra anónima del siglo XVII, la que tras su restauración mostró la policromía original. Un rostro que daba una nueva visión del Caído sin que por ello perdiera nada de su autenticidad. Este año ha sido la cotitular de la hermandad, Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, la que mostró los tonos primigenios de su rostro y de la piel de sus manos. Pocas veces recuperando el pasado se entiende mejor el presente y el futuro que con el esfuerzo de cofradías como ésta para recuperar su patrimonio artístico e histórico.

El caso es que, ya sin las nubes de la mañana, el sol de la tarde de ayer puso el color justo y preciso para acompañar al Señor de los Toreros (no podía faltar la representación de este gremio, como manda la tradición, en el cortejo) con un exorno de flores clásico, sobrio... torero: rosas rojas e iris morado y rosas de color champán y orquídeas en el frontal del paso de palio de Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad.