La hermandad decana de Córdoba, Las Angustias, estrenó ayer en su estación de penitencia (número 390... y pico) un senatus, ese estandarte, en este caso bordado por Antonio Villar con orfebrería de Manuel Aguilera, que recuerda en cada cofradías bajo qué autoridad fue ejecutado Jesús y qué poco justa es la justicia humana, valga el juego de palabras.

En todo caso, unas siglas S.P.Q.R. («en nombre del Senado y del Pueblo de Roma») a la que en el caso de Las Angustias, y si se quiere hablar de poder popular, habría que incorporar las iniciales del barrio de San Agustín. Y es que el regreso de esta hermandad a su barrio, del que hace 15 días se cumplió 4 años, ha servido de revulsivo para la zona, en donde la madrugada del Viernes Santo se vuelve a vivir casi como una fiesta identitaria. Por supuesto el barrio ha cambiado y no hay tantos vecinos como aquellos que lloraron su marcha desde San Agustín en 1960. Pero la historia de Las Angustias es tan amplia... De hecho, van para cinco siglos la creación de la cofradía y, por cierto, quedan nueve años para celebrar la hechura (1627) y bendición (1628) de una de las Piedades más hermosas de la Cristiandad, como aún señalan los expertos. Y nueve años, en términos cofrades, es un suspiro. Y para Las Angustias, aún menos.