Si el día anterior la calle fue un hervidero de gente, ayer Jueves Santo, la ciudad quedó literalmente patas arriba volcada con las cofradías.

Así, las calles, que hemos venido reseñando en estos últimos días, volvieron a congregar a miles de personas al paso de las distintas hermandades. Y es que ayer hubo gente prácticamente en todos los sitios. Porque si el centro estaba casi colapsado, el barrio de Poniente también se echó la calle para acoger la salida de la hermandad de la Sagrada Cena, que se puso en la calle alrededor de las 17.30 horas. Fue el momento en el que las modernas calles de Poniente se fueron llenando de nazarenos blancos y rojos que acompañaban al misterio de la Sagrada Cena. Jesús de la Fe, que este año cumple sus 25 años, caminó solemne en su dorado paso a los sones de la agrupación musical de la Sagrada Cena, con un llamativo exorno floral en blanco.

Pero antes de producirse este instante las cofradías habían dejado ya estampas clásicas de Jueves Santo en las calles de la ciudad. La primera de ellas fue la hermandad de Jesús Nazareno. La plaza del padre Cristóbal de Santa Catalina esperaba impaciente la salida de los titulares de la hermandad. Si bien, fue al regreso de la cofradía, ya con la noche y la luna Nisán sobre el cielo, cuando se pudo disfrutar de la austeridad de la centenaria hermandad del Jueves Santo.

Pero si en estos días hemos hablado de público en la calle de la Feria, ayer, como mínimo, se triplicó para contemplar el paso de la hermandad de la Caridad, que un año más vino acompañada por el Tercio Gran Capitán, Primero de la Legión. A pesar del bullicio y de un ambiente muy poco propicio para ver cofradías, el Crucificado dejó instantes hermosos a su paso por la Plaza del Potro. Mientras el tercio Gran Capitán hacía sus malabares, a la entrada en carrera oficial el cortejo de Jesús Caído se adentraba por la calle de la Feria. La cofradía de San Cayetano volvió a dar muestra del clasicismo que marca el Jueves Santo cordobés. Muy elegante la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad acompañada por la banda de la Virgen de la Esperanza, que interpretó un escogido y acertado repertorio que acentuó aún más el clasicismo de está hermandad.

La estela que Jesús Caído dejó por la calle López Diéguez fue seguida momentos después por la hermandad de Las Angustias. La decana de las cofradías cordobesas había salido minutos antes de la iglesia de San Agustín. El paso de la Virgen fue en esta ocasión exornado con iris morado y de nuevo contó con la música de la banda de cornetas y tambores de la Coronación de Espinas. La sublime obra de Juan de Mesa se adentraba por la calle Gutiérrez de los Ríos, San Pedro y Lineros buscando la carrera oficial, un camino en el que dejó momentos inolvidables de gran regusto cofrade, sin duda propiciado por la estructura del entramado de calles del casco histórico.

Mientras la Virgen de las Angustias caminaba por San Pedro, el Cristo de Gracia ya avanzaba por Ronda de Andújar para acercarse a la carrera oficial. El Crucificado trinitario, que este año cumple cuatro siglos de su llegada desde América, volvió a ser la última en entrar en el itinerario común cofrade. El público tenía ganas de más, las calles seguían abarrotadas y a pesar de la baja temperatura la gente se fue a buscar otros enclaves ya clásicos para ver estas cofradías, como la vuelta del Caído por Santa Marina, el Alpargate para recibir al Cristo de Gracia o San Agustín, donde la Virgen de las Angustias dejó intensos momentos a su llegada al templo. Otros prefirieron caminar hacia San Hipólito, donde la única hermandad de la madrugada del Viernes Santo, a pesar de la probabilidad de lluvia bien entrada la madrugada, comenzaba su caminar hacia la Catedral. La hermandad de la Buena Muerte volvió a dar testimonio de fe en unas calles con mucho público, sobre todo en la salida.

Una madrugada con la mirada puesta en el cielo, ya que el pronóstico era que a últimas horas la lluvia hiciera su aparición. No obstante, al cierre de esta edición varias cofradías seguían en las calles dando brillo y esplendor a la ya madrugada del Viernes Santo.