Pocas hermandades del centro histórico, con el devenir de las décadas en una zona con cada vez con menos vecinos, tienen tantas simpatía por parte de su entorno. Pocas como El Perdón. Puede que sea por la propia iconografía de la hermandad, en la que Cristo asume una injusta agresión. Así, quizá no transmita pasiones o sobrecogimiento... Pero sí cariño. Infinito cariño. Y eso se nota desde el momento en el que ayer la hermandad puso el misterio de Nuestro Padre Jesús del Perdón en las tortuosas calles del entorno. Luis Miguel Carrión Curro supo una vez más llevar por estas siempre difíciles calles a las dos cuadrillas y, cómo no, pararlas, nada más salir, para escuchar el canto de las monjas del cercano centro de las hermanas de los Ancianos Desamparados (cantaron a la Virgen a las 18.05). En recuerdo a los orígenes de la hermandad se estrenó la marcha De Porcelana para recordar las raíces de una cofradía con piel de caolín... y corazón de acero.