También la hermandad de la Sangre pudo disfrutar ayer de un día sin miedo a la lluvia y sin varapalos de las nubes como el que le obligó el pasado año a refugiarse en la Catedral. Esta vez su reencuentro con la Catedral ha sido infinitamente mejor, haciendo gala del bien sabido clasicismo de la corporación del Císter, del manto azul y ángeles de orfebrería de la Reina de los Angeles, este año exornada con piñas cónicas de clavel blanco, por supuesto, de estilo clásico. Ni que decir tiene que el vestidor por excelencia, Antonio Villar, hermano de la cofradía, dejó impecable a la Reina de los Angeles. El paso fue acompañado musicalmente por la banda de María Santísima de la Esperanza. Llevan ya tres días seguidos tocando en la ciudad. Por su parte, el impresionante paso de Jesús de la Sangre volvía a repetir su llamativo friso de clavel rojo. Debajo, se estrenaban los respiraderos. Como en años anteriores, acompañado de la banda de Esencia (Sevilla).