Fiel a su cita anual, el Lunes Santo la hermandad del Vía Crucis volvió a recorrer la calles de la Córdoba eterna, donde los tambores roncos y los diversos elementos que conforman el guión de le hermandad confirmaron y manifestaron su vocación de pertenencia a una ciudad con adecuación y respeto a sus más rancias tradiciones.

Me gustaría expresar nuestro agradecimiento a quienes con su esfuerzo y dedicación levantan esos altares domésticos que jalonan el recorrido de la hermandad y que constituyen un símbolo histórico de nuestra ciudad, una costumbre que fue perdiéndose a inicios del siglo pasado y ha sido un hito que la hermandad ha recobrado.

Ya desde sus inicios esta corporación apostó por esta recuperación que ha cubierto una tradición que estaba totalmente perdida. Y animo desde estas líneas a que esta práctica se extienda al resto de los días de la semana santa, lo que dará mayor esplendor y participación a la misma.