En ese cirio no van las bolas que se hacen con gotas de cera. Esas bolas amasadas por la ilusión de niños que corretean entre los nazarenos. En ese cirio no van tampoco los libritos de Semana Santa que, de niños, cogíamos del bolso de nuestra madre para ver cuantos pasos salían hoy. En ese cirio tampoco va el algodón dulce, los globos enormes, las cornetas chillantes de plásticos, o los tambores que vendían en Fidela. En ese cirio que se ha colocado en el paso de la Virgen del Rosario va sólo la frialdad de una enfermedad infantil que priva a miles de niños de disfrutar del olor, del sabor y de la luz de cada Semana Santa. Los niños enfermos del Hospital Reina Sofía de Córdoba verán este año la Semana Santa desde el mejor punto que existe, que es lo más cerquita de Ella, sobre su paso.

En el cirio pone Por los niños enfermos de Córdoba , pero también pone en su interior por sus madres , por no poder ver a sus hijos correterar entre nazarenos, o vestir la esclavina con una canastilla de incienso delante de un paso. También va en su interior por sus abuelos , que no pueden llevar a sus nietos a ver La Borriquita, mientras dan palmazos por la calle San Pablo abajo. Todos ellos van en ese cirio, los niños enfermos, pero también quienes los cuidan, sus padres, sus abuelos, sus enfermeras... todos lo que no olerán a azahar, sino a caldo insípido de hospital. Todos aquellos que no disfrutarán de una torrija de La Purísima, o de un bocadillo del Bocadi, sino de aquel sabor amargo de los pasillos hospitalarios. Todos, absolutamente todos, irán sobre el paso de la Virgen del Rosario.