Nuestra Semana Santa, en su vertiente artística y de manifestación pública de fe es un foco de atracción hacia el que vuelven sus ojos una gran cantidad de personas. Nuestro compromiso y nuestro objetivo como cristianos es ser las redes para nuestro Pescador de Hombres. Por esto, todos nuestros esfuerzos, nuestro despliegue de manifestaciones artísticas y nuestra presencia en la calle deben tener un solo fin y un solo Protagonista: Nuestro Señor Jesuscristo.

Es fácil ver cómo en ocasiones esto se desvirtúa por la vanidad de los que pueden creerse actores principales de la celebración, ocupando impostoramente el centro de la escena. Capataces que creen ser celebridades, pseudointelectuales cofrades que se elevan como sabios, costaleros estrellas, hermanos que creen que el cargo es posición de poder y no de servicio, nazarenos que ansían puestos de honor y menosprecian el humilde cirio, y todo un catálogo de vanidades que, como humanos que somos, pueblan nuestras actividades.

Por encima de todo esto debe quedar la presencia de Jesús y María en las calles durante esta semana y en el corazón todo el año. Y la labor humilde de muchos hermanos que hacen del servir y no servirse su blasón.