Córdoba ha comenzado a vivir, en una esplendorosa mañana de Domingo de Ramos, la Semana Santa de la calle, de la religiosidad popular, protagonizada por nuestras hermandades. Imágenes con su imán devocional, costaleros sacrificados, nazarenos anónimos, público que busca emociones para el aplauso encendido y, acaso también, para el sentimiento más profundo de una fe perdida, olvidada o renacida al calor de los desfiles procesionales. La procesión tiene que ver mucho con el libro del Exodo. Toda la vida del viejo Israel, toda la vida de la Iglesia es una marcha por el desierto hacia la Tierra Prometida. Vamos de camino. Y en la vida, "no hay caminos maravillosos sino caminantes maravillados". Ojalá el paso de unas imágenes tan queridas y veneradas nos convierta en felices peregrinos.