Como las olas del mar, acostumbran a venir en series, y para los alérgicos pueden ser toda una maldición. Hay quienes parecen disfrutar al estornudar, lo hacen con estruendo y sin cubrirse; pero también conocemos a pudorosos que amortiguan su sonido y se tapan con gran decoro. Algunos lo hacen de forma sumamente cómica, mientras otros casi provocan lástima por la virulencia de su reacción.

Alergias, resfriados o cambios de temperatura son algunos de los culpables de que nuestras mucosas nasales se irriten y nos veamos obligados a purgarnos expeliendo aire y otras partículas por la nariz. Y, si bien los estornudos no resultan tan enigmáticos como los bostezos -cuya fenomenología siempre ha sido de lo más esquiva-, no son pocos los hechos que ignoramos acerca de ellos.

A continuación, te contamos cosas que quizás no sepas de los estornudos:

Récords: la británica Donna Griffths padeció un ataque de estornudos que duró más de dos años y medio, durante los cuales se estima que superó el millón de estornudos. Aunque el dudoso récord a la frecuencia lo ostentó una niña que llegó a estornudar 12.000 veces al día. Si bien los estornudos aislados tienen un indudable aire cómico, una frecuencia tal resulta incapacitante, y los médicos que la atendieron fueron incapaces de determinar la causa exacta de su extraña afección.

Contraindicaciones: salvo en casos extremos como los anteriores, no debes preocuparte en caso de estornudar mucho. Los especialmente sensibles pueden recurrir a un humidificador que regule la humedad del aire para ahorrarles una reacción tan molesta, o tratar su alergia mediante antihistamínicos.

Ventajas: algunos científicos sostienen que el estornudo contribuye a reforzar nuestros sistemas inmunitarios. Por este motivo, parece ser que los niños que no estornudan por no haber sido expuestos a rinovirus padecen más trastornos inmunológicos durante la edad adulta.

Instrucciones: las partículas expelidas pueden alcanzar los 60 km/h y alcanzar una distancia de cinco metros, un dato muy a tener en cuenta en tiempos de pandemia. La forma correcta de cubrirnos no es, como suele hacerse, usando nuestras manos -con las que después tocaremos cosas-, sino colocando delante de nuestra napia la cara interna del codo.

No demasiado humano: sí, los animales también estornudan. Es decir, aquellos dotados de pulmones, ya que es imposible que lo haga uno con branquias bajo el agua. La fiebre felina, por ejemplo, hace estornudar a los gatos. En cuanto a los perros, estos recurren al estornudo para hacer ver que están de buen humor, e incluso son capaces de fingirlo para atraer nuestra atención. Y los reptiles y las aves, aunque resulte extraño pensarlo, también estornudan.

Malos augurios: antiguamente, el estornudo se consideraba un presagio de muerte, razón por la que seguimos exclamando “¡salud!” cuando alguien estornuda. Durante la Edad Media, las plagas y las enfermedades respiratorias derivadas de ellas eran algo con lo que la gente se había acostumbrado a convivir, así que esta expresión servía para bendecir al hipotético enfermo.

Causas curiosas. la luz intensa puede hacer que estornudemos, como cuando somos deslumbrados por el sol. No existe evidencia, sin embargo, de que la excitación sexual lo provoque: el origen de este mito se encuentra en una carta enviada en 1972 a la Asociación Médica Americana por un hombre que decía padecer fuertes estornudos tras el orgasmo. 

Incompatibilidades: Al parecer, es imposible estornudar durante la fase REM del sueño, debido a la extrema relajación de nuestros músculos, que provoca la ausencia de actos reflejos como el estornudo. Tampoco podemos hacerlo con los ojos abiertos, dado que la presión que se ejerce sobre los globos oculares nos incomoda, si bien no es cierto que estos puedan desplazarse o salirse de sus órbitas.

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