Pocas veces como en esta ocasión en las últimas dos décadas (aunque alguna hubo) se ha mirado tanto al cielo al inicio del año agrícola a la espera de nubes de lluvia. Pero es que si hace un año la situación era «preocupante y delicada», en palabras de Joaquín Páez, presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), en septiembre del 2021 la definición se queda muy corta. Por entonces, en el 2020, agosto se cerraba con los embalses cordobeses del Guadalquivir al 27,2%. Tras la seca primavera del 2021 y un verano que dejó para agosto sus peores momentos de calor y evaporación, el porcentaje se ha reducido a finales de agosto en Córdoba al 23,5%, casi cuatro puntos menos, con el total de la cuenca al 29,8% de su capacidad de embalse, otros cuatro puntos por debajo que hace un año, y la regulación general global al 24%, con solo 1.373 hm3.

En todo caso, y como se viene reflejando en este Anuario Agroalimentario 2021 en otros capítulos, el problema de los regadíos debe analizarse también en una doble vertiente: el conflicto y las reivindicaciones arrastradas desde hace tiempo y, paralelamente, la coyuntura puramente actual. Ya puede adelantarse que al hablar de riegos en Córdoba ninguno de los dos aspectos llaman al optimismo. De todos modos, hay que ir por partes.

En primer lugar, hay que hablar de un agravio comparativo que se ha convertido en tópico al empezar a hablar de regadíos en Córdoba, sin que ello le quite un ápice de verdad: Córdoba es la que guarda más agua, pero no para sí... para las demás. Se trata de la circunscripción que aporta más recursos hídricos al total de la cuenca (que tiene en total 8.115,36 hm3) y a la regulación general (5.721,06 hm3), con una capacidad absoluta en la provincia de 3.412 hm3, que como se observa es algo más del 42%. De hecho, a finales de agosto de este seco año los embalses cordobeses aún guardaban 772,3 hm3 (solo el 22,64% del total provincial) y pese a todo era, como es habitual, la provincia que más recursos hídricos de toda la cuenca preservaba aún: el 32%.

Pues bien, pese a esta situación, y según recoge el último Esyrce del Ministerio de Agricultura, Córdoba, con 124.163 ha de regadío, es la tercera provincia en superficie regable, con Jaén, casi 2,5 veces más (316.565 ha), y Sevilla, duplicándola (284.767 ha). Pero es que proporcionalmente a la superficie de cultivo total, Jaén tiene en regadíos el 48,56% de su superficie; Sevilla, el 35,18%; Huelva, el 27,53%. Detrás del 18,64% de Córdoba está Cádiz, con 15,41%.

Una explotación agraria cordobesa de regadío, de las 124.000 hectáreas existentes en la provincia, con los aspersores en marcha. A.J. GONZÁLEZ

‘Históricos’ 228 HM3

Para hacer el agravio comparativo mayor, y como bien reivindica predicando en el desierto desde el 2017 la Mesa del Agua de Córdoba, hay un total de 228 hm3 correspondientes a superficies que han dejado de usar desde los años 90 los riegos, o que directamente no se han asignado dotaciones pese a corresponder por el Plan Hidrológico, que servirían, por ejemplo, para poner 150.000 ha de olivar en regadío, con unos modestos 1.500 m3/ha.

Se trata de 228 hm3 que no se incorporan a los regadíos de Córdoba, mientras que se ha comprobado cómo la superficie regable en Jaén y Sevilla sí que se ha disparado proporcionalmente las últimas décadas. Todo un agravio comparativo con lo que ello significa de pérdida de competitividad respecto a otras provincias de la cuenca, menor valor de la tierra (casi la mitad de regadío a secano), menor producción (se estima de media en casi la quinta parte) y toda una serie de efectos socioeconómico en cascada en las poblaciones afectadas.

El presidente de Asaja-Córdoba, Ignacio Fernández de Mesa, y el secretario provincial de UPA, Miguel Cobos (por cierto, responsables de entidades que participan en la Mesa de los Regadíos de Córdoba), también reclaman ayudas para modernizar los riegos con toma directa del Guadalquivir o la finalización de la zona regable del Genil-Cabra, pendiente desde hace décadas y en la que La Carlota y Santaella tienen puesta sus esperanzas.

Capítulo aparte está el problema del tapón salino en las marismas para el arroz, que podría liberar entre otros 100 a 150 hm3 para el resto de la cuenca con una inversión de 150 millones de euros, las trabas a la construcción de balsas, pozos y microembalses (también para el ganado), limitaciones al uso de agua regenerada… Por no hablar de la cuenca del Guadiana para que, desde La Colada, se dé respuesta a una de las grandes reivindicaciones de Los Pedroches y no solo para el ganado. «No digo que seamos los olvidados de la CHG, pero sí que somos el patito feo del Guadalquivir», ironizaba recientemente Miguel Cobos.

Mirando al cielo

Para colmo, si a esta situación se le suma a largo plazo los negros augurios sobre el cambio climático y, a cortísimo plazo, la coyuntura actual en los embalses, la situación se vuelve desesperanzadora. Sin hablar siquiera de la necesidad de que septiembre comience con lluvias para dar esperanzas tras el déficit hídrico de los cuatro años anteriores (un 8%) y del seco 2020-21, y con productores de ajo, por poner solo un ejemplo, que se planteaban a finales de agosto no cultivar en la provincia e, incluso, llevar sus intereses a Castilla-La Mancha porque no hay seguridad de riegos más allá del periodo de siembra a partir de octubre.

La imagen de la antigua presa de la Breña, construida en los años 30 del pasado siglo, sobresaliendo del agua por primera vez desde que la Breña 2 comenzó a llenarse en el 2009, y con la capacidad del actual embalse al 15,48%, ha sido una de las imágenes más llamativas del verano cordobés.

Una imagen del embalse de Iznájar durante el pasado mes de agosto, con solo al 22,4% de su capacidad. MANUEL MURILLO

Polémico trasvase

Con todos esos mimbres, la propuesta de un trasvase desde el pantano de Iznájar a la zona de Antequera ante el riesgo del agotamiento de sus acuíferos y cuyo proyecto está actualmente en redacción, como mínimo «nos sorprende que se hable de ello» y que se ponga la excusa del consumo humano tras esquilmar unos recursos en una zona. «No compartimos esa filosofía», sentencia Miguel Cobos. Mientras, en Asaja, Fernández de Mesa es quizá más contundente anunciando que se opondrá «con firmeza a cualquier autorización de uso de agua de Córdoba hacia otras provincias», pues hacerlo «supondría ahondar aún más en el agravio a Córdoba como ha ocurrido hasta ahora». Sencillamente, la decisión «no sería ni justa ni razonable por el perjuicio que supondría al campo cordobés».

Por su parte, la Consejería de Agricultura, Ganadería Pesca y Desarrollo Sostenible ha anunciado que en septiembre se dará un nuevo impulso al proyecto con un paquete de licitaciones en materia hidráulica que superará los 166 millones de euros, mientras que el Ayuntamiento de Iznájar se opone frontalmente a la iniciativa a la cabeza de otros muchos consistorios cordobeses.

Y pese a todo este panorama y como todo en la vida, hay motivos para la esperanza. Puede llover pronto, pueden aceptarse propuestas de reivindicaciones históricas del campo cordobés respecto al riego, pueden autorizarse nuevas instalaciones, pueden los nuevos fondos europeos por la pandemia beneficiar a los riegos en cuestión de eficacia, puede, puede, puede… También hay noticias que llaman a cierta confianza en el futuro, como el anuncio de la Junta de ampliar la línea de 37,1 millones para mejoras en el regadío andaluz (aunque Cádiz y Jaén serán los principales receptores), las ayudas al 30% también de la Junta para explotaciones y regadíos (dotadas de 8 millones en total) para instalaciones de autoconsumo eléctrico total o parcial, los trabajos de Feragua y la Agencia del Agua para proyectos de riego sostenible, la reciente información de finales de agosto de la ayuda de un millón de euros para una instalación fotovoltaica para el Genil-Cabra…

Noticias para la esperanza, desde luego, pero sin perder de vista una lista de agravios tan amplia que mucho debe cambiar la amarga situación para que en el riego del campo cordobés lo único que siga llamándose «dulce» sea el agua.

Mientras no se procede a elevar el agua hasta la Breña 2, en sus niveles más bajos con solo el 15,48% de su capacidad, con un caro sistema de bombeo sin usar, denuncia Asaja, llama la atención que muchos regantes «estén trabajando de noche para ahorrar costes de electricidad de los motores, que se han disparado este año. Ahí los ves con sus linternas abriendo los pasos del agua, comprobando las redes...», un sobreesfuerzo en la larga jornada de los agricultores añadido a los problemas del regadío, explica desde UPA su secretario provincial, Miguel Cobos. En el horizonte están las nuevas ayudas para instalaciones fotovoltaicas destinadas al autoconsumo.