Entrevista | Manuela Lorente Cuidadora del patio Guzmanas 4
«Para mí, las flores son las señoras de la casa»
Ocho meses lleva la familia de Manuela y Ricardo trabajando a petición del abuelo para que el patio en el que han crecido sus hijos y nietos luzca impecable otra vez

Víctor Castro

La reapertura del patio de la calle Guzmanas 4 es la historia de una declaración de amor. Hace nueve años, Ricardo y Manuela decidieron vivir el mes de mayo de puertas adentro, sin el bullicio y el vaivén de las visitas que acompañaban al concurso. El cansancio se apoderó de ellos tras 15 años de implicación en la fiesta, en los que no faltó un primer premio en 2011, y prefirieron disfrutar en la intimidad de las flores, el rumor del agua de su fuente y la mecedora de anea.
Luego vendría la pandemia, el encierro y la enfermedad del abuelo, que lejos de extinguir el gusto por la tradición, encendió la ilusión en sus sucesores. Ricardo falleció en febrero de este año, pero antes de irse, encomendó a su nieto Rafael la tarea de volver al concurso. Ni corto ni perezoso, Rafael cogió el testigo y, tutelado por su abuela, su madre y sus tías, ha sacado adelante esta misión con la que rinden homenaje «a la familia, al amor y al esfuerzo que realizan los cuidadores de Córdoba por mantener la tradición de los patios y el modo de vida que representan».

Manuela Lorente, cuidadora del patio de Guzmanas 4. / Víctor Castro
Manuela Lorente nació en Córdoba el 15 de diciembre de 1933 y aunque anda un pelín despistada desde que su marido se fue, ver el patio resplandeciente le ha devuelto la alegría.
-¿Dónde se crió, siempre ha vivido en una casa patio?
-Sí, me crié en una casa de la calle Alvar Rodríguez con mis padres hasta que me casé. Luego nos fuimos a vivir a la calle Cristo 18, a una casa de vecinos donde vivían mis suegros y había dos patios. Allí nacieron mis cuatro hijas. Hace unos cincuenta años, compramos esta casa, nos vinimos cuando la más pequeña tenía seis meses, y la fuimos reformando poco a poco. Juntábamos un poco de dinero y se hacía una cosa, luego otro poco y así. Todo el mundo ha echado una mano. Mi marido y yo hemos hecho de todo, yo traía hasta los ladrillos para que los colocaran y los chinos del patio los pusimos gracias a una amiga mía que nos enseñó dónde cogerlos. Todas las semanas nos íbamos con cubiletes, los traíamos, se ponían y el sábado siguiente volvíamos a por más, hasta que se hizo entero. Aquí han crecido mis hijas y mis nietos y aquí hemos hecho todo tipo de celebraciones, desde los cumpleaños a las comuniones de los niños... este patio está lleno de recuerdos, mi memoria y toda mi vida están ligadas a esta casa.
-¿Cómo era esta casa cuando la vio por primera vez?
-Esta casa sale en el libro de Paseos por Córdoba y tiene más de un siglo. La calle se llama Guzmanas por el dueño, que era de apellido Guzmán y solo tenía hijas, como yo, de ahí lo de «las Guzmanas». En esta parte guardaban los animales. Luego se convirtió en casa de vecinos y vivían muchas familias, seis o siete, cada puerta era una vivienda. Había una cocina en el patio y un pozo que ahora ya está sellado. Cuando la compramos, estaba vacía y nosotros la reformamos.
«Cuando a mis hijas se les estropea alguna planta, me la traen al patio, al sanatorio de las flores, le dicen, hasta que se ponen bonitas y se las llevan a su casa otra vez»
-¿Quién le transmitió el amor por las flores?
-A mi madre le gustaban mucho, pero mi madre murió muy joven, con 42 años, y yo soy la única de mis hermanas que tiene patio, el resto viven fuera, en Francia, en Málaga y en Madrid. Siempre he dicho que para mí las flores son las señoras de la casa, hay que hablarles por la mañana, asomarse al patio y decirles lo bonitas que están. Yo he aprendido sola a cuidar de mis flores, y a mi marido lo metí yo en esto también. Él era ebanista y tenía mucho trabajo, pero era muy manitas, me ayudaba y todo lo que hay de madera en esta casa lo hizo él, hasta la baranda de la escalera, que fue lo primero que pusimos, porque antes había una muy bajita y nos daba miedo que las niñas se cayeran. El patio fue de lo último que se terminó.
-¿Tiene buena mano con las plantas?
-Sí, sí, he hecho de todo. Plantar, podar, hago injertos, tengo el dedo verde como dicen algunas personas, pero no porque me haya enseñado nadie, he ido aprendiendo todo sola poco a poco con los años. Cuando a mis hijas se les estropea alguna planta, me la traen al patio, al sanatorio de las flores, le dicen, hasta que se ponen bonitas y se las llevan a su casa otra vez.
-Cuidar un patio le daría mucho trabajo cuando lo hacía sola.
-Muchísimo, porque primero había que averiguar toda la casa, dejar la comida averiguada y luego bajarse a hacer el patio. Yo regaba las macetas por la tarde, cuando ya lo tenía todo hecho, pero tardaba lo suyo porque son muchas y en invierno se riega un par de veces a la semana, pero en verano, una o dos veces al día.
-¿Sabe cuántas macetas tiene?
-Cuando yo lo ponía sí lo sabía, pero este año no, debe haber más de cien seguro entre gitanillas, geranios de varios tipos, surfinias de colores, clivias que echan una flor naranja, buganvillas, claveles, la suegra y la nuera, la flor de la gamba, begonias...
-¿Cuál es la planta más antigua de su patio?
-El lirio de agua que tiene como calas, y el jazmín. Tienen más de un siglo. El jazmín me lo dieron plantado en una lata y yo lo trasplanté en mi patio y ahí sigue.
-¿Tiene una flor favorita?
-No, a mí me gustan todas igual porque todas son preciosas.
-¿Qué otras cosas especiales distinguen a este patio?
-Arriba, en la galería, tenemos expuestas las herramientas de carpintero de mi marido, el zueco de madera, el San Rafael que nos mira desde arriba, tenemos la máquina de coser de mi madre y el costurero de madera del dormitorio que nos regaló mi suegro, que también era carpintero... Además, está la fuente que compramos y que puso mi marido, rodeado de hortensias. Tenemos muchos platos, el farol, la jaula y el gato Tato, como le llama mi bisnieto. También tenemos el bodegón de la esquina, con la columna, que lleva toda la vida ahí.
«Preparar el patio ha sido un trabajo muy bonito para toda la familia, pero sobre todo, es un homenaje al abuelo Ricardo, al que sentimos que está aquí con nosotros»
-¿Tenía ganas de reabrir el patio en el concurso?
-Sí, a mí me gusta mucho ver a gente de Córdoba y de fuera entrar y salir, que vengan a mi casa y vean lo bonito que está, que las vecinas me digan ‘Manoli, pero qué precioso tienes tu patio’. Eso es una alegría y un orgullo muy grande. Si no fuera así no lo abriría, mi nieto no ha tenido que convencerme, porque yo estoy encantada. Para decorarlo han usado las fotografías que teníamos de como se ponía antes, han quitado la palmera del centro porque no les convencía, y luego han ido preguntándome a mi y a mis hijas y dándole su toque. A mí me parece que está precioso.
-¿Por qué han decidido participar en el concurso después de nueve años?
-(Responden sus hijas y nietos, el relevo generacional) El abuelo tenía ganas de abrirlo y empezó a animar a Rafa (uno de los nietos) para que se encargara de hacerlo. Él murió en febrero, pero habíamos empezado a prepararlo en octubre y decidimos seguir. Ellos nos han inculcado el amor por las plantas y por el patio, nos han contado historias de cómo hicieron la casa y colocaron los chinos del suelo... La abuela siempre se encargó de las flores y ha sido la que ha dirigido la orquesta diciendo cómo plantar, cuándo regar y esas cosas. Preparar el patio para el concurso ha sido un trabajo muy bonito para toda la familia, pero sobre todo, es un homenaje al abuelo Ricardo, ahora sentimos que está aquí con nosotros. El que más ha hecho ha sido Rafa, los demás hemos aportado nuestro granito de arena.
-¿Qué significa esta reapertura para la familia?
-(Responde su nieto Rafa). Aquí hemos crecido todos, mi madre, mis tías y todos los nietos, hemos echado los dientes aquí. Aparte de nuestra casa, este patio significa las tardes después de salir del colegio, nuestros cumpleaños en familia... muchos recuerdos compartidos. Lo que queríamos era poner en valor el patio, verlo como estaba antes significa mucho para nosotros, ver la ilusión en la cara de mis abuelos cuando les dijimos que íbamos a hacer todo lo posible para poder concursar de nuevo. Esa ha sido nuestra motivación para venir a trasplantar, pintar, colgar las macetas. El abuelo se asomaba a la baranda y veía el progreso y esa alegría se la hemos visto en la cara a los dos. Yo sé que mi abuela está feliz ahora, aunque él no esté, de ver lo bonito que está, de verlo como entonces, porque eso le hace evocar los mejores años de la casa y de su vida.
-¿Volver a preparar el patio ha requerido mucha inversión?
-Eso es secundario para nosotros, pero sí, en cada patio hay un importante esfuerzo económico de las familias, por las plantas que hay que comprar, la pintura, el agua, las horas y el esfuerzo que necesita. Para que esté así, hemos tenido que dar un pintado integral a la casa, se ha limpiado el suelo que tenía mucho verdín, se ha restaurado la baranda, que al estar al sol, se había echado a perder y se ha renovado toda la flora porque quedaba muy poco. Hemos traído macetas nuevas, hemos replantado, injertado, hemos recuperado flores... Mi abuela es una enciclopedia, se lo sabe todo, yo no tengo ni idea, pero acabas aprendiendo a la fuerza y piensas mucho cada detalle para que tenga color y que impacte a quien lo vea. Y todo eso, luchando contra el tiempo, que ha sido muy complicado por las lluvias, eso te retrasa todo y, si son muy fuertes, pueden echar a perder las flores y el trabajo de meses. Cuando llueve fuerte una noche, se pasa muy mal y no hay forma de dormir.
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