REPORTAJE

Patios cordobeses con una esencia tranquila

La ruta de San Lorenzo y San Rafael muestra algunos de los recintos más particulares de esta fiesta lejos del habitual bullicio | La dedicación y el cariño de los cuidadores logra vencer al calor, que ya afecta a las flores

Patios de San Lorenzo y San Rafael.

Manuel Murillo

Frente a las temperaturas sofocantes de mayo, los comentarios de los visitantes al entrar en un patio cordobés siempre son los mismos, "Qué agradable" o "¡Pero qué fresquito!". Detrás de esas reacciones hay siglos de tradición, la de resguardarse en comunidad dentro de un oasis de belleza. La hospitalidad con quien llame a la puerta. La convivencia vecinal. La esencia de la Fiesta de los Patios reside en el compartir y la ruta de San Lorenzo y San Rafael permite vivirla con toda su gracia al estar algo más apartada de los focos más habituales.

Un ambiente distendido

Así se ha podido sentir este martes en el patio de Alvar Rodríguez, 8, donde el ambiente distendido ha discurrido entre el culantrillo de pozo y las begoñas, las preguntas sobre tal o cuál planta a las que ha respondido Sara Sánchez, la ayudante de Ángela Gómez, la dueña de una floristería en San Lorenzo. "Pásate por mi patio, verás qué bonito", ha animado desde el mostrador, antes de presumir de su ejemplar de cabeza de arce, del que supuestamente solo hay dos en la ciudad. El segundo está en Alvar Rodríguez, 11. Allí, frente a un hermoso pozo reformado y todavía en uso para el riego, una pareja ha discutido sobre el origen de la flor de la gamba, para unos autóctona de Córdoba y para otros introducida por los indianos que vivieron en México. Sin largas filas, la conversación se ha alargado para abordar los mecanismos naturales de defensa de los geranios antiguos, el modo tradicional de riego.

De esta técnica también ha dado detalles Ángel Castillo en el rincón encantador, propio de una postal, que es San Juan de Palomares, 11, recinto propiedad de la Asociación de Claveles y Gitanillas donde el visitante se siente inmediatamente acogido gracias a una antigua pila y, sobre un pozo, un botijo con el cartel: Agua fresca, beba si lo necesita, para no sufrir el mismo destino que las flores. "Con este calor, ya se me han muerto cuatro", ha confesado Ángel, frustrado de no haber podido salvarlas pese a regarlas dos veces al día. Aunque la belleza en el contraste de las paredes impolutas con los maceteros azulones sigue intacta, como el buen humor de su cuidador. El mismo con el que Gabriel Castillo, refugiado en la sombra de San Juan de Palomares, 8, ha contado la cotidianidad de su patio a los curiosos.

La cotidianidad de la vida en un patio

"Soy restaurador de antigüedades y aquí mismo tengo mi taller", ha señalado; "todo los días me como el bocadillo a medias con los perrillos, sentado en la escalera", ha explicado, antes de señalar el nido de mirlos que ha florecido como por arte de magia en una de sus macetas. "Ahí viven en un hotel de cinco estrellas", ha añadido una visitante de Bilbao. Al arrope del hibiscus, el más grande de su especie en la ciudad, según Gabriel, y con el sonido de la fuente de fondo, todos los sábados invita a sus amigos "a unas tapitas y unas copas". 

Si algo atrae al público de esos relatos es la capacidad de imaginar, verse a uno mismo habitando entre vegetación. Así lo hicieron un día Óscar Rubio y Elena Vilches, la pareja joven responsable de haber reformado una vivienda de 1690 en Guzmanes, 7. La simpatía de Óscar, su pasión por el recorrido histórico de su hermoso patio, resulta tan atractiva como las buganvillas, los geranios que casi tocan el cielo y la cocina antigua, convertida en sala abierta de estar. "Rincones bonitos hay en todas partes; los patios cordobeses no son solo un escaparate, sino una forma de interacción, eso es lo que los hace especiales", ha incidido el cuidador. Una actitud similar a la que defiende Virginia Molina desde su oasis en Frailes, 9, también conocido como Patio Vesubio, desde que se quemó la cocina. "Para mí, los patios deben ser un altavoz del arte y servir para el intercambio cultural", ha apuntado, mientras su hijo practicaba con la marimba. Luego procedió a explicar la historia de la casa, con poemas en las paredes basados en relatos de otras vidas.