Escrito está en la crónica del miércoles 25 de mayo de 1921 en el Diario CÓRDOBA que el patio ganador del primer concurso de patios balcones y escaparates, organizado por el Ayuntamiento de Córdoba, fue el de Empedrada 8, donde habita Francisco Velasco Jurado. 

La que fuera hace un siglo Empedrada 8 es hoy Empedrada 10, una casa patio habitada todavía por los descendientes de Francisco Velasco Jurado.  

Fue el alcalde de Córdoba, José María Bellido, el que en la presentación de la Guía de los Patios de Córdoba de Diario CÓRDOBA el que recordó aquel primer premio de cien pesetas a Empedrada 8, cuando era alcalde Francisco Fernández de Mesa. 

Como ya contó este periódico la pasada semana, los actuales propietarios de Empedrada 8 no tenían certeza de que aquella fuese la casa ganadora hace cien años porque pudo haberse producido un baile de números con el paso de los años. Y así parece que ocurrió. La que fuera Empedrada 8 en 1921 es hoy Empedrada 10.

«La compró mi bisabuelo papá Paco, Francisco Velasco Jurado, y mi madre, que nació en 1931, me contaba que este patio ganó el concurso en 1921», cuenta Francisca Salmoral Velasco, una de las descendientes del antiguo propietario y que vive en la casa, junto a más familiares. 

Durante más de un siglo, desde principios del XX, esta casa-patio en Santa Marina ha sido el hogar de esta familia y ya van cinco generaciones, a quienes todos llaman en el barrio «los Velasco» y la casa es conocida por los vecinos como «la de los Velasco», comenta Francisca Salmoral Velasco. 

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Empedrada 10, un patio con historia A.J.González

La estructura del patio que ganara el concurso hace cien años ya no es la misma que entonces, según relata Dolores Fernández, de 92 años, que también reside en la casa y es viuda de un nieto del primer propietario. «Antes, el patio estaba empedrado y había una fuente en el centro con sus peces y todo. Había en la pared dos arcos de ladrillo que era como una galería», cuenta. Lo que sí es posible que sea centenaria -según explica Francisca Salmoral Velasco- es la parra que sube por una pared del patio para cubrir parte del cielo. También cree que puede que un inmenso cactus colgante, que da unas flores como «campanas» estuviera allí desde principios del siglo pasado. El patio cuenta ahora con dos frondosas macetas con pilistras y en las paredes encaladas hay todavía argollas y herraduras. «La palmera que también tenía muchos años se tuvo que quitar», apunta Dolores Fernández.

Junto a Francisca Salmoral y a Dolores Fernández se encuentran también durante la visita dos tataranietos del primer propietario. Uno de ellos, Manuel Largo Velasco, muestra un montón de documentos antiguos, entre los que se encuentra el recibo del pago de la contribución de 1941, en el que el número de la casa es el 8 y no el 10 como es actualmente.

«A mí me gustaría que quedara registrado que este es el patio ganador de hace cien años para que permanezca así de cara a otros cien años más», comenta Manuel Largo Velasco.

En este recinto, de unos 400 metros cuadrados, han vivido y viven los descendientes de aquel brigada, jefe de serenos en la ciudad de Córdoba, que era muy aficionado a la pintura y que falleció la Nochebuena de 1944.

«Este es un patio con vida. De pequeños hemos jugado una barbaridad en él», comenta otro de los descendientes presentes durante la visita.

Descendientes del primer propietario del patio. | A.J. GONZÁLEZ

Entre las anécdotas de la arquitectura de la casa, Francisca Salmoral Velasco, destaca que durante la Guerra Civil había un sótano en la casa y que era de las pocas viviendas que tenía water. «Había un water, redondo, de poyetes desde siempre o al menos eso me contaba mi madre», explica Francisca Salmoral. También permanecen como testigos del pasado dos pilas muy antiguas, donde todavía y de vez en cuando se lava algo de ropa, los muros de piedra y, claro, el pozo.

También recuerda cuándo encalaba las paredes con su madre, «el trabajazo que era aquello. Nosotros encalábamos y mi madre era la que tenía la caña».

Hoy, además de Francisca y Dolores en la casa vive Carmen Rodríguez, una mujer muy mayor que necesita mucha ayuda para poder valerse. 

Hoy, ya no encalan ellas y tienen mucha ayuda para hacer las labores de la casa, aunque les gusta «seguir regando las pocas plantas que hay», apunta Dolores Fernández.

Como un limonero lunero, que está situado en otro espacio del recinto, y que da unos «limones sensacionales».

Con algo de nostalgia recuerda Francisca Salmoral Velasco aquellos otros tiempos cuando se sacaban las sillas a la puerta de la calle para «tomar el fresco». «Por cierto, explica, que la puerta original de la casa la tengo yo guardada, porque se rompió y todavía no se ha arreglado».

Según asegura, cinco generaciones de esta familia han vivido y dado calor a las paredes encaladas de esta casa-patio de Córdoba desde hace más de un siglo.