Marina Muñoz es menuda, de ojitos vivarachos y verbo ágil. Se crió en Cazorla, pero tiene alma cordobesa y un amor por las plantas que le brota a través de las manos, que son su guía en el patio, ahora que la vista le falla. A sus 84 años, es una polvorilla que cuida con mimo la tradición reconocida por la Unesco en una casa que fue propiedad del duque de Hornachuelos en 1863, según el Archivo Municipal, y que se convertiría después en casa de vecinos propiedad de su suegro y más tarde, en casa unifamiliar. Recorrer su patio, que conjuga a las mil maravillas las plantas verdes con todo tipo de flores identificadas por su nombre, es una auténtica delicia.  

¿Cómo lleva los preparativos?

Ahí vamos. Yo creo que este año es el último que me presento al concurso porque yo ya no veo nada, me operaron, pero veo muy poquillo. No se lo he dicho a mi hija Celeste, pero es que esta casa tiene 214 metros y aunque tengo cuatro hijos, la única que vive cerca y me ayuda es ella y esto tiene muchísimo trabajo. El Ayuntamiento de Córdoba no se da cuenta y nos tienen descuidados. Me habría gustado tener algún premio, pero llevo más de 30 o 40 años concursando, ya he perdido la cuenta, y nada, ni uno en tanto tiempo. Una vez, le dieron el primero a una casa de San Basilio porque tenía 700 macetas y mi marido, que murió hace 24 años, puso 704 y no nos dieron ni una mención.  

¿Los premios no son justos?

Yo creo que no porque siempre se los dan a los mismos, nadie tiene en cuenta el esfuerzo que hacemos los demás y los años que llevamos, eso no se valora. Hay gente que todos los años tiene premio y otros que llevamos toda la vida y hagamos lo que hagamos nunca nos dan nada. Eso te desilusiona. Yo cuido sola todo el año el patio, la azotea, la calle, el pozo, pero a nadie le importa. 

¿Cree que Córdoba no valora el trabajo que realizan? 

-Córdoba no sabe lo que tiene. Una vez vino un sevillano y me dijo ay, si esto lo tuviera Sevilla. Pasa con esto y con todo, yo pongo la tele y para que mienten a Córdoba… es una excepción. Una vez oí a un alto cargo decir que el problema es que no sabemos vender lo nuestro y es verdad, yo lo veo así.  

¿Cómo arregla las macetas ahora que le falla la vista?

Pues te puedes hacer una idea, por intuición, porque son muchos años, yo las riego, en verano por la mañana y por la noche, las trasplanto, las cambio, pero para quitar las hojas secas me tienen que ayudar.  

¿Habla con sus plantas?

Yo sí, les digo lo guapas que están y les riño cuando se ponen feas. 

¿Tiene su favorita?

A mí me gustan todas, pero ahí tengo un rosal que tiene un olor… estaba cuajadito de rosas, pero para cuando abramos ya no habrá.

Eso da coraje ¿verdad?

Eso da mucho coraje porque lo que te gusta es que la gente lo vea bonito.  

¿Qué es su patio para usted?

Mi patio es mi vida entera porque yo me levanto, desayuno y me lío con las flores, barro la puerta y estoy todo el día navegando. En el verano, me siento nada más que a desayunar y almorzar. Mi desayuno es una comida, me dan las once desayunando porque me tomo mi bocadillo de jamón, los cereales, las galletas y comiendo me dan las cinco, pero ya no como más. Llevo años pesando 60 kilos. 

Marina Muñoz, en su patio de Mariano Amaya 4.

¿Cómo es un mes de mayo sin concurso de patios?

Yo es que estoy todo el año recibiendo gente. Barro la puerta por la mañana y pasa alguien, lo mira y lo entro para que lo vean, aunque no haya concurso. El año pasado, eché de menos el concurso porque en mi calleja se forma una feria y a mí me gusta, aunque a veces es demasiado, hay gente que no tiene conocimiento, van a lo loco. Menos mal que ahora hay controladores y no se forma el barullo de antes. 

¿Qué tiene su patio que no tengan los demás?

A mí es que me gustan todos los patios, no puedo poner faltas, todos tienen su encanto.

¿Se imagina viviendo en un piso?

La gente me dice «tú en un piso te morirías» y no. Si yo viviera en un piso, estaría todo el día en la calle. Ahora, yo no me planteo irme de aquí, me sobra la mitad de la casa, pero no me voy. 

¿Le gusta que le regalen flores?

Ese es el regalo más bonito que me puedan dar, y si viene en una maceta más todavía porque así la tengo yo todo el año. 

¿Se va mucho dinero en el patio?

Se va, pero yo soy muy manitas y lo averiguo todo, pero eso supone estar 24 horas funcionando.

¿Quién le enseñó a amar las plantas? 

Mi madre, a ella le gustaban muchísimo, vivíamos en una casa grandísima donde había un huerto y muchas plantas.  

¿Por qué la gente joven no quieren patio?

Porque tiene mucho trabajo. Hay patios más modernos con solería, pero fíjate para barrer y tener las piedras como las ves.

¿Cuál es el recuerdo más bonito que conserva del patio?

Cuando salieron mis tres hijas del brazo de mi marido por aquí camino del altar y yo con mi hijo, eso ha sido lo más bonito. En aquella época la casa no era nuestra, había vecinos en cada puerta. Cuando los vecinos se fueron yendo, mi marido la compró y ahora estoy yo sola.

¿Esa vida era mejor que la de ahora? 

A mí la ahora no me gusta. Hoy día, lo queremos todo, no nos conformamos con lo que tenemos. Antes, si uno era rico y el otro pobre pues se apañaba, pero ahora si uno tiene un coche, yo quiero otro sea como sea y más grande. Es que a mí la vida de ahora no me gusta nada, nada, nada. 

¿Qué es lo que más echa en falta?

Pues el cariño de las personas. Cuando yo vine a Córdoba solo había un asilo que era para quien no tenía a nadie. Ahora, como trabaja el hombre y la mujer, a los abuelos no los quiere nadie y los niños desde muy chiquitos, a la guardería, no tienen cariño de nadie, yo lo que veo es que falta mucho cariño.