Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | En el recuerdo

S. Rodríguez, una hija que no olvida

Octubre: un año sin mi madre

Vuelve octubre y con él mi madre, no en el cuerpo, sino en lo que dejó: su fuerza, sus ganas de vivir, su amor irreductible por sus hijos. La veo en los pequeños ritos de casa y en la manera de apretar mi mano cuando el dolor arreciaba. Ella quería seguir aquí -con nosotros- y peleó cada día por conseguirlo.

Durante casi dos años recorrimos la sanidad andaluza: médico de cabecera, urgencias, y de nuevo al centro de salud. Siempre respuestas tranquilizadoras, siempre diagnósticos menores: «gastritis», «gases», «estreñimiento». Ella repetía: «esto no es normal». Yo insistía. Y, sin embargo, lo grave siguió escondido tras etiquetas que no explicaban su sufrimiento. Cuando por fin se nombró el cáncer de estómago, ya era tarde.

No escribo para señalar a nadie con ira, pero sí para afirmar con claridad que fallaron los protocolos o no se aplicaron con la diligencia debida. No pido infalibilidad; pido que, ante síntomas persistentes y reiterados, se activen las alarmas, se apliquen con rigor los criterios de derivación y haya acceso ágil a pruebas. Pido continuidad asistencial: que alguien mire el conjunto, no episodios sueltos; que se escuche la historia clínica entera, no solo la pantalla.

Sé que nuestra sanidad pública está sostenida por profesionales que se dejan la piel; a ellos, gracias. Pero también sé que la prisa, la burocracia y la saturación abren grietas por las que se cuelan vidas. La de mi madre fue una de ellas.

Escribo para que su muerte no sea un número más. Que su nombre sirva para algo: para que la palabra «paciente» vuelva a significar «persona», para que las banderas rojas no se confundan con molestias pasajeras y para que ninguna familia oiga «son gases» cuando el cuerpo lleva tiempo pidiendo ayuda. Que octubre, además de duelo, sea una oportunidad de mirar mejor y llegar antes.

TEMAS

Tracking Pixel Contents