Opinión | Sociedad
Antonio Torralbo Palomares
George Bailey, el hombre más rico
‘Qué bello es vivir’ es, sin lugar a dudas, una obra clásica. No, no me refiero a esa acepción que alude a la intemporalidad de la obra, que puede revisitarse en cualquier momento temporal sin que sufra desdoro de su mensaje ni merma de su actualidad. Tampoco hago referencia a la magnífica definición de Italo Calvino, según la que la obra clásica es aquella que nunca termina de decir lo que tiene que decir, susceptible de matices caleidoscópicos en cada nueva revisión. Me refiero a la concepción aristotélica de la tragedia expuesta en su Poética conforme a la cual aquella supone una depuración del alma, a la que los griegos llamaban catarsis, después de pasar por los estados de terror y compasión. En la tragedia griega clásica por excelencia, el Edipo Rey, de Sófocles, ambos elementos están perfectamente representados. El público ateniense de la época de Pericles, como el público actual, asisten aterrorizados al previsible desenlace mientras sienten una conmiseración profunda ante la automutilación perpetrada por el antiguo poderoso rey tebano. En la obra de Capra, el ingenuo, inefable Bailey, después de verse ignorado, rechazado y perseguido por sus antiguos amigos huye despavorido entre las luces demoníacas, acusadoras, de una irreconocible Bedford Fall. Esa carrera de Stewart figura entre las escenas más terrorífico deprimentes de la historia del cine. La compasión del espectador es abrumadora y llega a su paroxismo cuando Ma Baily no reconoce a su hijo, lo teme, lo rechaza y cierra su puerta a un pasado distinto, entrañable. Sólo al final del film, cuando van decayendo todos los cargos y amenazas y su hermano propone un brindis por el protagonista se llega al momento álgido, a la catarsis griega, con el telón de fondo de la melodía basada en la poesía de Burn Auld Lang Syne. Ahí es cuando el agua lustral unge el alma (yo lo sé porque la sobrante encuentra natural sumidero en mis lacrimales). Esta noche, quizá mañana, alguna cadena programará posiblemente esta moderna tragedia antigua. Véanla, les aseguro que al terminar la película ustedes serán mejores personas que al comenzarla. Disfruten, sufran, solidarízense con la gesta de George Bailey, el hombre más rico de Bedford Falls.
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