A mi abuelo José María Rodríguez Arroyo

Los abuelos siempre te acompañan de la forma más sincera, son una perfecta mezcla de risas, historias llenas de sabiduría y amor incondicional.

Para mí, mi abuelo es hogar, es esa presencia noble que ayuda sin pedir nada a cambio, que sana con su mirada y te enseña cómo vivir sin miedo. Con él, prescindo de un libro de historia, ni si quiera de poesía, pues, en su cabeza existen mil y una historias que te dejan con la miel en los labios, suele sorprenderte con poemas cuyas palabras son dignas de recordar con admiración, pero yo prefiero recordar la sonrisa que le sale después de recitarlos.

Mi abuelo me enseñó, que una madre es el refugio más seguro y el amor más limpio y puro que más se merece un te quiero, pero yo con los años he aprendido, no solo a corroborar esas palabras, sino a saber que el lugar más apacible, también es el regazo de mi abuelo, puesto que, los abuelos que crían a sus nietos, dejan huellas en sus almas y representan ese lugar en el que siempre podemos volver a acurrucarnos, sin condiciones.

Me gustaría poder darle el deseo de verlo a través de mis ojos, hombre indulgente con el corazón de oro y la bondad grabada en su ser, apuesto a que ni se llegaría a imaginar cuanto lo quiero, cuánto lo admiro y cuánto me enorgullece tener el placer de ser su nieta. Porque tú, abuelito, me enseñaste el significado de amor verdadero y nadie me inspira en el mundo más que tú.

Te quiere infinitamente, tu nieta.