Opinión | CARTA ILUSTRADA

Said Faz Kdir

A las mujeres que sufren en silencio

La manifestación del 8M en Córdoba.

La manifestación del 8M en Córdoba. / MANUEL MURILLO

Córdoba

Laila, mujer atormentada por su violenta realidad, maltratada por la vida, por un verdugo elegido a su medida, que ni siquiera lo conocía, y que le arrancó la poca sonrisa que le quedaba, le borró sus sueños de toda una juventud. Golpeada por códigos y costumbres que no perdonan, sufría en silencio el amargo trago de la soledad y de la injusticia.

Rechazo y repudio, se cebaron con ella por pensar diferente, por querer vivir como mujer el dolor, la humillación, el abuso, la tortura y heridas sangrantes sin curar. La violencia ya sea de aquellos que decían que la querían o de una sociedad, anclada en absurdos códigos que se extendieron por sus venas convirtiéndose en su único destino. Víctima de un odio vestido de amor de sus mismos seres queridos, o por lo menos así pensaba ella. Todo porque, un día, ya no pudo más, y se reveló rompiendo las esposas del silencio que tanto las marchitaban, y que hacían sangrar sus delgadas muñecas.

Laila aguantó el infierno en la tierra, un martirio de tortura que le privó del derecho a soñar, a llorar en silencio sin derramar lágrimas. Sufría a solas, por no herir corazones desalmados, obligada a someterse a quien ella, no amaba, y que un día llamó a su puerta y prometió el paraíso a cambio de que ella obedezca, a cambio de no verse repudiada. A merced de su dueño, golpeándose entre revelarse o obedecer a los sin escrúpulos que se proclamaron artífices de su felicidad, a solas en la oscuridad. La libertad que le arrebataron sin piedad. Los mismos que han perdido la capacidad de pensar, porque sus cerebros han sido infectados por erróneas tradiciones. Aquellos que se ocultaron bajo nombres gloriosos de honradez, de sabiduría, envenenaron su mente y le llevaron a creer que no le queda más que rezar, aceptar su tenebroso destino o morir.

Laila, admiro tu perseverancia, tu coraje de no rendirte jamás para preservar una vida digna a pesar de las penurias impuestas por un mundo cruel. Me gustaría asegurarte que el mismo dolor que desgarra a miles de mujeres como tú, te ha unido a ellas, aunque, si, debo reconocer que tu sufrimiento supera lo inimaginable. Sobrevivirás a esa humillación en estos mundos que sofocaron tu voz por la incomprensión. No te escuchan desde aquí, porque ni siquiera se oye tu voz.

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