Diario Córdoba

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CARTA ILUSTRADA

Los ‘homeless’

Un hombre sin hogar duerme a la intemperie . CÓRDOBA

La Manga del Mar Menor (Murcia)

A veces, cuando paseo, me fijo en esas personas que no responden al cliché de las otras personas, que llevan sus pertenencias en un carrito de la compra, en una bicicleta, o viven con lo puesto, durmiendo en el suelo con una manta, o en un cajero, o en el rellano de un bloque de pisos.

Voy andando por el paseo que está a la orilla del mar. Ya es tarde, y el sol se oculta por el oeste dando lugar a unas escenas fantásticas, cuadros naturales en el cielo, que podrían catalogarse de impresionistas. Es una tarde muy agradable, sin viento de levante, ni, calor de verano, pero no normal para la época del año que estamos. Hablo de noviembre. Y me voy fijando en esas personas que, a mi modo de pensar, no se adaptan a los estándares de normales. Es tarde, y el sol se oculta por el oeste dando lugar a unas escenas fantásticas, cosa que muchas personas, captan con el móvil. Yo hago lo mismo a ver si tengo suerte y pillo algo maravilloso, que luego pueda llevar al lienzo, con más o menos éxito. ¡ Ya veremos!

Las gaviotas pasan en grupos para su refugio. Son muchas, y vienen del oeste. Me imagino que han pasado el día fuera, buscando comida no sé dónde, y, ahora, a la caída de la tarde , buscan la seguridad que les da el sitio donde van a pasar la noche.

Las cotorras argentinas, forman lo suyo de ruido, en lo alto del pino donde han construido su nido, y en el cielo se ven algunas estelas de humo de los aviones que surcan el espacio. Alguien dirá que son los aviones que lanzan no sé qué para evitar la lluvia que no conviene.

Los patines, y las bicis, que circulan por doquier, son un problema. Cualquier día va a pasar algo. Se acaba el carril bici, y ellos, lo prolongan a su antojo, sorteando a las personas que se pasean tranquilamente por el paseo. Algunos son biplazas, poniendo en peligro la estabilidad de los ocupantes.

Ya no se oye música en el paseo como en el verano; acaso, quizás, algo de ruido de los bares que están abiertos por el paseo a orillas del mar, nostalgia de una época dorada que tardará en llegar.

Conforme voy andando y haciendo pasos, empiezo a oír débilmente, una voz de alguien. Aligero el paso, y cada vez, la voz se intensifica más, hasta que descubro que procede de un hombre, grande, habitante habitual de esta zona de la costa. Un hombre que lleva consigo sus pertenencias. Un hombre que duerme al fresco en el suelo tapándose con una manta, mientras la gente pasa por su lado, y no le da importancia.

Es un ‘homeless’, un sin techo, de tantos como hay en el mundo, sin casa, ni hogar, sin rumbo, ni meta a la que llegar.

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