Según últimas noticias de los expertos, las altísimas temperaturas que ahogan y arrasan nuestra península, no son una ola de calor pasajera, sino que serán las habituales que tendremos que soportar partir de ahora.

Ante esta dramática e irreversible realidad , debería ser obligado para los alcaldes --que desde sus refrigerados despachos todavía no parecen concienciarse del tema--, que entre las doce y las cuatro del mediodía,  dieran un buen paseo por las calles del pueblo, por los aparcamientos... Así sentirían en sus carnes lo que sufre el ciudadano caminando a pleno sol, sobre el asfalto y entenderían la necesidad urgente de cubrir «sus» pueblos con árboles de sombra.

Aquel temido futuro lejano que los ecologistas auguraban, ya está aquí, dispuesto a afectar negativamente nuestras vidas si los responsables que tienen posibilidad de aliviarlo, no ponen remedio.