Que pena que las casas no hablen... Esta casa, ya demolida, cuántas cosas de las que fue testigo directo nos hubiera contado...

Les voy a narrar parte de lo que esa casa presenció en primera línea y durante muchos años. Me atrevo a contarlo basándome en lo que yo viví en aquellos tiempos; alrededor de los años cincuenta.

Mi casa era el número 51; una casa-palacete de ladrillo rojo. Preciosa casa; la habitábamos tres familias, una por planta. Todas las plantas abarcaban hasta la calle Tejón y Marín.

En el paseo de la Victoria la mayoría de las casas eran viviendas unifamiliares. Nos conocíamos todos los vecinos. Por la noche las familias, sacaban sillones a la puerta y se sentaban a tomar el fresco y a conversar, sí, a conversar. Mientras, los niños y niñas inventábamos toda clase de juegos. La falta de tráfico y de tecnología digital nos permitía jugar en libertad. Montábamos en bici, patinábamos, jugábamos a saltar la comba, sujetando una larga cuerda entre dos y saltando en fila; cuando alguien perdía, se iba al rinchi. Haciámos teatro, jugábamos a los cromos, a policías y ladrones... Alguna persona mayor nos contaba cuentos e historias de miedo; todos juntitos y atentos escuchábamos con caras de susto... Otras nos enseñaban altruistamente a hacer manualidades, en sus casas.

En un descanso del juego, nos tomábamos, a veces, un hoyo de pan: pan de telera con aceite y azúcar, que nos sabía a gloria. Nunca nos venía bien la hora de recogernos.

En el número 31 estaba el colegio de las Teresianas, donde estudiábamos hasta ingreso con diez años. Nos sacaban al recreo a la puerta del colegio. Y nos llevaban de excursión al llano de Vista Alegre. Era muy divertido vivir en el Paseo de la Victoria. La feria la teníamos en la puerta. En el paseo las casetas, incluida la del Circulo de la Amistad; la calle del infierno; un poco mas abajo, en el llano, la feria de ganado. En el llanete anterior a C. Roja ponían el circo.

Se celebraban carreras de motos, desfiles... vivimos la construcción e inauguración del Hotel Córdoba Palace, con sus porteros vestidos de moros.

Era el lugar de paseo para los cordobeses. Las mañanas de los domingos escuchábamos música en el Kiosco, donde la Banda Municipal tocaba. Todo esto y muchas cosas más, las vio esa casa. Doy fe de ello. Gracias.