Querido Rafael: en el momento del adiós quiero dejar recogidas, con mis modestas palabras, mi agradecimiento hacia tu persona, por un lado, por haberme dado tu amistad y, por otro, como aficionado al fútbol y a nuestro querido Córdoba Club de Fútbol, por todo lo que hiciste, ya que gracias a tu amor al mismo conseguiste desde inolvidables ascensos hasta hacer frente a momentos de supervivencia para que no desapareciera, cuando en más de una ocasión estuvo a punto de que así sucediese. Es más, no es exageración que afirme que si hoy día sigue existiendo nuestro club se lo debe a ti.

Solo tú y yo somos conocedores de la conversación mantenida a solas en mi clínica en octubre de 1983, cuando siendo presidente del club había decidido presentar mi dimisión. Te llamé para hablar contigo ante la difícil situación que el club vivía, hasta el punto de carecer de recursos económicos para atender los pagos pendientes, que ya ni de manera particular los miembros de la junta directiva podíamos hacer frente a los mismos. Te di toda clase de detalles y te dije que te llamaba porque creía que eras el único que, por tus conocimientos, experiencia y buen hacer podrías resolver el difícil momento que el Córdoba vivía, que, incluso, podría dar lugar a su desaparición.

Comprendiendo la realidad de cuanto te exponía y a pesar de tus dudas, ante mi insistencia, aceptaste dar un nuevo paso, por lo que dimití de mi cargo y tomaste las riendas del Córdoba. No sé si en verdad los aficionados fueron conscientes de la gravedad de aquella situación y, con el tiempo, de lo importante que fue que, atendiendo mi deseo, decidieses prestar tu colaboración. Yo sí lo fui; por eso siempre te lo agradecí, demostrando una vez más tu amor a nuestro club.

Es un ejemplo de los muchos que podría escribir recordando nuestros más de cincuenta años de amistad. Al hacer mención a dicha conversación, que permitió que nuestro club pudiera superar el mal momento, es de justicia (como otros muchos méritos a señalar) que un día te nombrasen Presidente de Honor del mismo en reconocimiento a tu dilatada labor en su favor.

No me cabe duda que las autoridades que te acompañaron en tu despedida son conscientes de que tu cordobesismo, demostrado en tantas facetas de tu vida en pro de nuestra ciudad, te hacen acreedor a merecer un recuerdo que permita que tu nombre permanezca para siempre perenne en la memoria de todos. Imagino que al escribir esto no soy el primero en solicitarlo, ya que estará en el pensamiento de muchos, por lo que desde ya me sumo a dicha iniciativa.

Sin embargo, sí pido a los actuales miembros dirigentes del Córdoba que en el estadio haya un recuerdo que permita tenerte siempre presente. Sería muy pretenciosa por mi parte, a semejanza de lo que sucede en estadios de otras ciudades, la propuesta de que el estadio en adelante llevase tu nombre, ya que, aunque merecerías que así fuese, si el nombre actual es el de nuestro arcángel no sería lógico, porque sé que tú no lo aceptarías, que se cambiase por el tuyo. Sin embargo, sí propongo que la puerta de acceso 00, por donde entran las autoridades, lleve tu nombre, pues ¿qué mejor y mayor autoridad del club que tú, que tanto le diste durante toda tu vida, para merecerlo? Ojalá sepan comprenderlo.

Al dejar un vacío que en la historia de nuestro querido Córdoba Club de Fútbol será imposible llenar, porque nadie como tú viviste y bebiste tanto con y de él, aquí quedamos muchos que te añoraremos con el máximo cariño, a la vez que te envidiaremos porque, no me cabe la menor duda, en la eternidad podrás seguir viviendo y recordando a nuestro club deportivo momentos inolvidables con protagonistas que fueron del mismo jugadores, entrenadores, directivos (Juanín, José Luis, García, Diego, Eizaguirre, Vavá, Uceda, Alfonso Gómez, Rafael Barroso, Joaquín Bernier y tantos y tantos otros muchos que vistieron los colores blanquiverdes o lo dirigieron). No me cabe duda que, quien rige nuestro eterno destino permitirá que una tertulia con protagonistas tan inolvidables sea posible.

Con mi sincero cariño y recuerdo.