La señora del cartel es doña María Inés Raya, y la foto que sostiene en sus manos, la de su padre asesinado en la guerra civil, cuando ella tenía 7 años. Y recalco lo de asesinado, porque una cosa son las víctimas de una guerra con independencia del bando, y otra muy diferente las de un genocidio, repito, con independencia del bando. Fijaros bien en la mirada de la señora Raya. Es una mirada de sufrimiento y de súplica, sin odio ni rencor alguno. Un grito pidiendo justicia y los más elementales derechos humanos, para poder recuperar los restos de su padre y dignificar su memoria.

Pues bien, o mejor dicho, pues mal; la señora Raya ha muerto con 95 años, sin poder ver cumplida la misión a la que dedicó toda su vida. Mi más sentido pésame a la familia. Y como ella, miles de personas más. ¿Por qué? Pues por culpa de los que se gastaron el dinero en lugar de destinarlo para recuperar a «los suyos». 40 años han estado en el Poder y no hicieron nada por ellos. Porque el otro bando sí que respetó a los suyos y les dio digna sepultura. ¿No se le cae la cara de vergüenza a nadie? Claro que para eso primero, hay que tener vergüenza. Somos el único país del mundo con fosas comunes. Una lacra para todos, con independencia del color político o religioso. Así no se cerrarán nunca las heridas de la vergonzosa para todos, guerra civil. Así seguiremos manteniendo la división y el odio que pueden conducirnos a otra guerra civil. ¿Eso es lo que queremos? Un poco de cordura, por favor.