No pongo en duda la utilidad del móvil en nuestras vidas, convirtiéndose en una herramienta casi básica para el ser humano. Y subrayo la palabra casi porque existe un porcentaje alto de individuos que confunden lo básico con lo imprescindible, llegando a provocar enfermedades de adicción, lo que puede resultar muy peligroso. Es decir: El móvil es complemento de comunicación pero nunca, un sustituto.

Pero en este texto, me gustaría profundizar en algo que se está dando actualmente muy perjudicial en la educación y dudo mucho que lo contemple «La ley Celaá». De hecho, dicha ley permite pasar de curso con suspensos: Algo inadmisible. No sé si exagero mucho al decir que dentro de 10 o 20 años, no hace falta aprender nada. Por desgracia, pueden desaparecer los estudios y las escuelas: Un estudiante de 14 años, perfectamente puede pensar: «¿Para qué me voy a esforzar en empollarme trozos de libros y examinarme, si lo tengo todo en este dichoso aparato, con darle a una teclita?»

La ley del mínimo esfuerzo se está implantando en España de forma brutal y muy dañino. Personalmente, no quisiera amargar la vida a nadie, pero: Yo regularía o restringiría el móvil, al menos, a los menores de 16 años, lo mismo que ocurre con otras cuestiones. Parece que en los últimos tiempos suena muy fuerte la palabra «prohibir», haciendo un llamamiento a los nuevos padres.

Este vulgar aparatito del móvil amenaza y bloquea la mente humana en un futuro.