Por donde va triunfa. El sano pueblo reconoce los enormes méritos del aclamado, el valor de sus magnánimos actos a favor de la concordia. No hay manera de parar a la gente cuando este hombre asoma su atractivo careto, y por eso tantos se lanzan a la calle en cuanto lo ven. Pero su proverbial humildad le impele a evitar su presencia pública lo más posible, hasta el punto de que en las ruedas de prensa suele suprimir el turno de preguntas. Su natural discreción es tan desmedida que en una reciente cumbre internacional eludió mantener una reunión con un alto personaje, limitándose a abordarle tímidamente en un pasillo. Nunca antes habíamos gozado en España de un Presidente de Gobierno que suscitase a su alrededor tanta exaltación de ánimo ni tantas irrefrenables muestras de calor a su paso como nuestro Pedro, el aclamado.