He aquí lo que, en definitiva, no es ni más ni menos que una autentica desfachatez. Aunque la noticia venia de antes, el domingo 8 de agosto, en la hora donde en muchos hogares españoles se empieza a preparar la comida, un futbolista explicaba, en rueda de prensa, los motivos de su marcha de un club, una entidad deportiva que le pagaba muchísimo dinero, una barbaridad y una pasada, como dicen los castizos. Una hora, repito, donde multitud de seres humanos pasan hambre por su pobreza y, también, una hora donde es frecuente ver las colas del hambre. Seres humanos que, si nos hubiésemos metido en sus pensamientos personales o colectivos, estarían viviendo una situación de impotencia por esa insólita y descarada insolencia que la noticia en sí producía: el abandono de un deportista futbolista porque para él, y dicho con ironía, «con su sueldo no llegaba a fin de mes».

¡Qué descaro y que desvergüenza! ¡Qué atrevimiento! Y qué falta de respeto, no solo a sus compañeros del mundo deportivo en el día de la clausura de los Juegos Olímpicos, sino a todos esos estudiantes que se esfuerzan en sus estudios para que en la selectividad alcancen las mejores puntuaciones que les permitan entrar en la carrera de Medicina. Médicos que, después de seis años de carrera, los cuatro años del MIR, y los que tengan que esperar para coger plaza, su sueldo mensual no llegue a los 2500 euros.

Una rueda de prensa que, para muchos seres humanos que con lo poco que ganan no llegan a fin de mes, y otros viviendo en el umbral de la pobreza, resultó ser una autentica desfachatez por ese descaro y desvergüenza de alguien que fue endiosado por el poderoso caballero don dinero.