La fiesta del Corpus Christi la quiso directamente Dios, para ayudarnos a entender la importancia de la Eucaristía. Se celebra desde hace casi 800 años. Comenzó en Bélgica, en 1230, un monasterio de las afueras de Lieja. Una religiosa, llamada Juliana, tuvo una visión en la que se aparecía la luna radiante, pero ensombrecida. La luna significaba la Iglesia, y la sombra hacía alusión a la ausencia de una fiesta dedicada, específicamente, a la adoración del Cuerpo de Cristo. La visión de la mística belga fue examinada por diversos teólogos, entre otros el futuro Papa Urbano IV. Dos años después de su elección, en 1263, se produce un prodigio en Bolsena. Un sacerdote muy piadoso, Pedro de Praga, fue tentado con dudas sobre la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, ¿estará verdaderamente ahí? Celebraba Misa en Bolsena y, al partir la Hostia Consagrada, se convirtió en carne humana de la que salían gotas de sangre. Este milagro, junto a la visión, hizo que se instituyera la fiesta del Corpus Christi, que Córdoba celebró el pasado domingo.