El amor a Jesús, de las santas mujeres, cuando está muerto, es una gran demostración de fe y de esperanza. ¿Es así el amor de cada cristiano? Al menos debería ser así. Si creemos lo que dice el Evangelio sabemos que no está muerto, sino vivo. No está enterrado, sino encerrado en cada Sagrario, por amor nos espera ahí. Jesús ¡ha resucitado! Jesús está perfumado en su Resurrección por la generosidad de José de Arimatea. La vida de cada uno de nosotros se puede transformar en un perfume, agradable a Jesús, si buscamos cumplir su voluntad. Estas santas mujeres, que son las primeras en verlo resucitado, son un ejemplo de valentía. Para ellas no hay excusas. Acuden temprano, no se frenan por los soldados, ni porque esté enterrado con una piedra muy pesada. Cuando una mujer cristiana se empeña en algo, lo consigue. Así ha continuado el cristianismo, gracias a tantas santas mujeres. La fe y el amor vencen todas las dificultades. Jesús siempre nos sorprende cuando le mostramos un poco de generosidad.