Opinión | Hoy
La niebla del silencio
A mi edad debo cuidarme. De sobra me lo tienen dicho quienes dicen quererme. Me lo aconsejan por la calle, por teléfono, que de esto no opines, que de esto no hables, que de esto no pienses; que de esto sí, que de eso no, que de aquello tampoco. Y yo les hago caso, porque no estoy para más problemas de cuerpo ni más preocupaciones de mente. Así que cuando mis jóvenes adolescentes me vienen a consultar qué estudiar, qué hacer con las drogas, si hacerse o no un tatuaje, si beber o no, si operarse o no operarse de cirugía estética, si abortar o no abortar, si su orientación sexual es así o no; si están viviendo un maltrato machista, un acoso escolar, una red social…, yo… me callo, porque quienes me cuidan me dicen que no debo agobiar con mis opiniones seniles a esos jóvenes, creándoles culpa y coartándoles su libertad. Por eso yo ¿mejor cuido mi cómoda vejez?; ¿me encojo de hombros, para no tener problemas de espalda?; ¿me lavo las manos, para no tener el covid?; ¿cierro la boca, para que no me entren moscas?; ¿me dan igual los pelos en la lengua?; ¿miro a otro lado, para no tener presbicia?; ¿me cuido la vista y el corazón, para ojos que no ven, corazón que no siente?; ¿me cuido la sordera, para que por un oído me entre y por otro me salga? Sin embargo, compruebo que por más que calle, por mejor que me conservo, una pregunta no me deja en paz: ¿Qué niebla a base de silencios se extiende en cada época?; ¿qué niebla de quién, que dicta qué se debe hablar y qué callar? Y veo lo que en otras épocas sufrieron tantos adolescentes porque no eran «normales» en su orientación sexual; y veo tantas mujeres maltratadas, que no podían hablar; y veo tantos con otro criterio político o religioso; y veo tantas, acosadas por sus compañeros, hasta quitarse la vida. Y todo lo que veo, con un denominador común: la niebla del silencio de eso no se habla, eso no se piensa; tienes que ser igual a todo el mundo. O sea, la penumbra de silencio que en cada época impone no sé quién, y que se extiende no sé cómo, igual que una bruma surgida de no sé de qué mente, y se propaga por un pueblo, por el mundo, y lo asfixia, lo hunde, lo inmola, y no hay quien respire en paz, quien viva en paz consigo mismo y con los otros. Y «esos» sufren en silencio sus «rarezas», hasta morir en esa niebla de silencios, porque de lo que se trata es de vivir escondiéndose, aparentando pensar, sentir igual que ese no sé quién que produce esa niebla, y la insufla, y la extiende; y así años, vidas perdidas, cada una en su soledad; vidas maltratadas, vidas arruinadas para siempre, porque a no sé quién le da por imponer su idea y su ideología, su moral y su miseria.
*Escritor
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