Opinión | Tribuna libre
Dilexi te
Así comienza la última exhortación apostólica que nos llega de la Santa Sede, el primer gran documento pastoral del nuevo papa León XIV. Ha aparecido cinco meses desde que fuera elegido como el 267º papa de la Iglesia Católica para cubrir el puesto del mediático y carismático Francisco. Este agustino norteamericano, de Chicago para más señas, llegó precedido de su experiencia como obispo misionero en Chiclayo (Perú) y con la esperanza de que ahora la Iglesia se centraría aún más en los últimos de la tierra, en los pobres.
El día de la publicación de la exhortación apostólica Dilexi te fue elegido como todo lo que se hace en el Vaticano, con mucha idea y previsión: el 4 de octubre, festividad de san Francisco de Asís, el santo de los pobres. El nombre tampoco es baladí, Te he amado, tomado de un versículo del Apocalipsis que nos recuerda la temática principal de este documento: los pobres en el centro de la vida de los cristianos.
Cristo nació pobre, vivió como pobre, fundador de una Iglesia por y para los pobres; sin embargo, no son lo más visible de la misma. La Iglesia atiende desde las cáritas parroquiales a miles de personas en todo el mundo, da de comer al hambriento, abre casas de acogida, reparte ropa, trabaja con personas en riesgo de exclusión... El Papa nos dice algo de mucho calado: «En los pobres Cristo sigue teniendo algo que decirnos». Somos interpelados desde la distancia de más de dos mil años, estamos llamados a ser uno con los que sufren la pobreza.
Los pobres deben ser los protagonistas de la Iglesia, los primeros, lo esencial. La gran dificultad para afrontar este drama global es que la pobreza tiene «numerosos rostros»: la pobreza cultural, la económica, la del ámbito espiritual, pobreza de libertad… En relación a la libertad pone como ejemplo a la Orden Trinitaria, nacida en el contexto de las Cruzadas, pero que ha sabido reinventarse para atender las nuevas cautividades del mundo actual.
Habla el Papa de la «opción preferencial por los más pobres», expresión surgida de la teología latinoamericana de finales de los 70, y nos vuelve a recordar que son el mayor tesoro de la Iglesia, sí un tesoro, aunque parezca una locura. Y es que la Iglesia desde siempre fue así de radical. Cuando acusaron a san Lorenzo de que la Iglesia acumulaba bienes presentó a un grupo de pobres y dijo que estos eran su tesoro. O cuando san Ambrosio escribía: «Lo que das al pobre no es tuyo, es suyo. Porque te has apropiado de lo que fue dado para uso común».
Por desgracia la visión que millones de personas tienen de la Iglesia no es la de guardiana y amante de los pobres del mundo. El Papa lo sabe y por ello nos quiere remover y recordar que los primeros fueron siempre para Jesús los más pequeños, nunca los poderosos.
*Profesor
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