Opinión | Tribuna abierta
Paula González Salillas
Los viejos a la vejez tornan a la niñez
El otro día, una señora me dijo: ¡Qué ganas tengo de ver a la nietina! ¿Sabes que tiene mis ojos? Y le respondí: ¿Ah, sí? Pues son bien preciosos. Se podían apreciar unos ojos brillantes, azul cristalino.
No solo se le iluminaban los ojos, sino toda la cara, llena de orgullo, alegría y felicidad.
El afecto y el amor de una abuela/o marcan por siempre en nuestra vida. Quienes tenemos la suerte de haberlo vivido sabemos lo que significa.
Los abuelos nos consienten, somos una extensión de sus hijos con lo que pueden malcriarnos. A escondidas, somos cómplices compartiendo secretos con frases como: «Eso no lo digas», «¡Como lo sepan tus padres me matan!».
Las cien pesetas a escondidas para nuestros caprichos o cómo nos preparan nuestra comida favorita. Nos ceban hasta la saciedad, nunca has comido suficiente, siempre te ven delgada. Y normalmente aparece un caramelo o un bombón en sus bolsos para ofrecerte.
Aún puedo recordar cuando me quedaba a dormir en casa de mi amiga, y su abuela nos despertaba a las 7 de la madrugada para tomar el zumo natural, diciéndonos: ¡Tomarlo todo, que se pierden las vitaminas!
Son superhéroes, siempre al rescate cuando más los necesitas, para ellos, nunca existe el «no». Se sienten orgullosos y presumen de cuidar a sus nietos.
Los abuelos no entienden de IPhones o redes sociales, pero sí de supervivencia. Y, sobre todo, te enseñan a vivir, te cuentan sus experiencias, aventuras, la vida en la que no tuvieron ninguna facilidad y pasaron grandes penurias y, cuando no, sufrir guerras, ausencias prolongadas o represiones.
Ellos, con sus achaques, tienen una amplia agenda de consultas médicas. La mayoría de las veces las enfrentan con gran optimismo y con una sonrisa, «siempre podía ser peor», son fuertes como robles, parecen inmunes.
Muchas veces la paciencia no es su fuerte; la prisa les invade, no sé para qué. Se cuelan sutilmente en el supermercado o el autobús, creyendo que no son vistos.
En otras ocasiones los ves apurados porque tienen que cuidar o hacerse cargo de los nietos. Se quejan, pero les rejuvenece y les encanta ser partícipes de su crianza.
Asturias es una de las regiones con mayor población envejecida, pero, por desgracia , muchos de ellos están abandonados, solitarios y sin apenas recursos. Son una fuente inagotable de sabiduría y experiencia de vida. Acompañados en ocasiones con un carácter tierno o, a veces, un mal genio que hasta te hace reír. ¡Han vivido tanto!
¡Cuidad de nuestros abuelos! ¡Valen oro! Y guardemos siempre en nuestro corazón sus sabios consejos.
*Técnico administrativo
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