Opinión | Redadas, rabia y resistencia
Las políticas de Trump
Trump, Milei, los ultras europeos... el magma reaccionario avanza desacomplejado. Cada uno a su estilo, comparten objetivos y estrategias. Todos ellos utilizan la inmigración como munición de su discurso. Enfrentar a un grupo humano con otro es una estrategia tan vieja como tristemente efectiva. Se exacerba el descontento, se señala a un chivo expiatorio y se dirigen el miedo y la rabia al colectivo. Entonces, el causante del daño se erige en salvador. Conocemos las consecuencias de esa superlativa manipulación, la historia arroja los ejemplos más tristes. Al fin, sufrimiento para los señalados y deshumanización para el resto. A la larga, sufrimiento para todos. Porque la pérdida de humanidad no es inocua para quien se cree fuerte. El distanciamiento emocional solo es posible si se acallan los valores fundamentales. Sin ellos, se pierde la confianza en los otros y la posibilidad de una esperanza compartida. La espiral de odio no deja de expandirse.
Los últimos sucesos en EEUU son tan desmedidos como aleccionadores. Trump ha convertido la ofensiva migratoria en una firma de su mandato. La brutalidad ha marcado cada paso. En su propio lenguaje: «La inmigración ilegal está envenenando la sangre de nuestra nación». En las redadas de los agentes de la ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas): irrumpiendo en granjas, oficinas, fábricas, en las puertas de los colegios, en los pasillos judiciales, llevándose a madres delante de sus hijos pequeños, a estudiantes a punto de graduarse, abordando -enmascarados y sin uniforme- a personas en la calle o en su coche y deteniéndolas sin identificar, solo por el color de su piel... Y, todavía más, en el uso absolutamente desproporcionado de la fuerza en las protestas contra las redadas.
El envío de la Guardia Nacional y los marines para sofocar unos disturbios mínimos ha sido una medida tan propagandística como estratégica. No solo ha buscado incendiar las protestas y reforzar el concepto de invasión extranjera, también ha pretendido normalizar la presencia militar en las calles, anestesiar contra la represión y socavar el estado de derecho. Si la crueldad con la que actúa el ICE pretende atemorizar a los migrantes y forzar su marcha voluntaria, la violencia en la represión es un mensaje al conjunto de la población.
Es posible, solo posible, que Trump se haya equivocado al pretender demostrar su fortaleza con este golpe desmedido. Todos tenemos la capacidad de deshumanizarnos, pero también la voluntad de revolvernos ante la injusticia. El discurso antiinmigración fue determinante en la reelección de Trump, pero la crueldad exhibida está despertando la resistencia. Las arengas se diluyen cuando es tu compañero de trabajo, tu amiga del colegio, tu empleado o, incluso, la madre de tus hijos la que desaparece en una brutal detención (más aún si es fruto de una actuación indiscriminada). Entonces, solo queda enarbolar la bandera de la ética.
*Escritora
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