Opinión | TRIBUNA ABIERTA
A calderadas
Don Miguel de Cervantes, en el capítulo II del Quijote, invistió filósofo a Sancho Panza: «En todas las casas cuecen habas; y en la mía, a calderadas». No se refería a lo culinario, sino que identificaba metafóricamente la legumbre con los problemas o dificultades y aconsejaba no preocuparse tanto por ellos, ya que los había en todas partes.
Las habas son las semillas del fruto de una planta herbácea leguminosa anual -vicia faba- del género Vicia y la familia Fabaceae. Un error bastante usual es considerarlas una verdura cuando en realidad son una legumbre. La planta es eficiente para la rotación de cultivos ya que sus nódulos fijan el nitrógeno en el suelo.
Valor alimenticio notable: fuente de proteínas e hidratos de carbono, poco calóricas, alto contenido en fibra, gran riqueza en vitaminas y minerales como hierro, potasio, magnesio, calcio, fósforo, vitaminas A, B1, B2, B5 y C, carotenoides, ácido fólico, bajo índice glucémico, reduciendo el colesterol y el riesgo cardiovascular.
Sobre su origen circulan diferentes versiones; parece ser que proceden del Asia Menor y concretamente de Afganistán. Fue una de las primeras plantas cultivadas, encontrándose semillas en yacimientos arqueológicos del neolítico y consumidas en todas las civilizaciones antiguas: Egipto, Grecia y Roma.
No obstante, desde la antigüedad, las habas arrastraban connotaciones negativas ya que eran relacionadas con el inframundo y como símbolo de la muerte. En la democracia griega eran instrumentos para votaciones: las blancas eran el sí y las negras, el no. El matemático Pitágoras las odiaba y ello, indirectamente, le causó la muerte al negarse a cruzar, huyendo, un campo de habas y ser alcanzado por sus perseguidores que lo asesinaron.
Tenemos en Córdoba una tradicional celebración festivo religiosa en honor a la Virgen de Belén, con protagonismo de la legumbre. Se trata de «Las Habas de las Ermitas», en recuerdo de los ermitaños que habitaban el lugar y las cultivaban para dar alimento a los peregrinos y necesitados. Ese día, con gran afluencia de público, se preparan gran cantidad de raciones y se reparten entre centenares de asistentes.
En la elaboración de los roscones de Reyes se incluyen, dentro de la masa, unas pequeñas figuritas de un rey y un haba. La tradición popular generalizada, penaliza jocosamente al comensal que encuentra la legumbre y posiblemente de este suceso naciese la peyorativa locución «El tonto del haba».
*Delegado provincial del Colegio de Oficial de Ingenieros Agrónomos de Andalucía
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