Opinión | AL PASO
El golpe del 26
Este artículo lo hago con profundísima tristeza viendo cómo la reinante vulgaridad política manifiesta está tratando a nuestra democracia de estúpida. Todo empezó con este gobierno que llegó al poder negociando con quien no estábamos acostumbrados. Aquello fue chocante, pero democrático. Lo que ocurre es que nadie esperaba que resistiera e incluso se hiciera fuerte. La oposición creyó que las recetas económicas del gobierno (rentas vitales, protección de ocupas e inquilinos, reforma laboral, amnistía, inmigración, transferencias económicas a Cataluña, etc.) serían suficientes para que no fuera votado… pero a Pedro no lo echan ni con agua caliente. Entonces, la oposición piensa que hay que buscar otra estrategia a través de buscar casos de corrupción o cuestionar, incluso, la honradez ética del presidente con la filtración de sus conversaciones privadas delicadas. El gobierno, que hasta entonces contestaba toda esta locura con su gestión, viendo que las graves acusaciones de dichos ‘whatsapps’ pueden hacerle daño en las urnas, elige la misma estrategia que la oposición para desacreditarla. Unos con Aldama y otros con Leire, evidencian que la sagrada separación de poderes es una falacia y que los cuatro poderes (el cuarto es el periodismo) escupen en sus juramentos de justicia e imparcialidad. Es entonces cuando la gente ve que las urnas no son un utensilio de la voluntad popular, sino una especie de opiáceo colectivo para que veamos la realidad deformada, cóncava -como diría Valle Inclán- y así no nos demos cuenta de lo manipulados que estamos. Pero se equivoca esta clase política corrompida. Porque el pueblo tiene un punto mágico y misterioso que cuando llega le es revelado todo desde lo alto y su respuesta es tan imprevisible como definitiva. No me gusta este próximo 2026. Porque es muy posible que aparezca un salva patrias vendiendo con buena pluma y mejor discurso que lo mejor es una dictadura de corte social donde no haya libertad de prensa, de reunión o de opinión, pero sí seguridad, pan y trabajo e incluso espacios de diversión controlada. Y el pueblo, frustrado de tanto sinvergüenza, pueda apoyarlo como venganza. Sería un craso error porque en una dictadura todo es corrupción, pero como es legal nadie puede cuestionarla. Así que ruego a la clase política que, por favor, deje sus intereses pecuniarios y sea honrada y trabajadora. Y les lanzo una advertencia: si siguen así los meteremos a todos presos por tráfico de influencias. Porque no duden que la forma en que son elegidos podría ser constitutiva de un delito de tráfico de influencias. ¿O es que conocen ustedes a alguno que haya llegado al sueldazo del sillón por oposición, método y capacidad y no por influencias? Ese quizá sea el problema de España y, esto que digo, la solución.
*Abogado
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