Si acéis faltas de hortografia

Acabamos de saber que las faltas de ortografía solo restarán en las asignaturas de lengua y literatura, en las pruebas de las PAU. En el resto, la ortografía no se tendrá en cuenta. Es decir, puedes hacer las faltas que quieras al hablar de geografía, por ejemplo, o de filosofía o de historia, incluso escribir «istoria», sin hache. En las matemáticas, no tienes muchas opciones de hacer faltas, eso es cierto, pero a nadie se le ocurriría decir que los resultados de una operación (una simple resta, pongamos por caso) solo se tendrán en cuenta en un examen de matemáticas. Porque los números son imperturbables y sagrados, mientras que las letras solo se contemplan como un estorbo.

Pero la cosa no viene de aquí. Una circular de Ensenyament, en 2021, ya decía que, en primaria, «en la corrección no se tendrán en cuenta la ortografía ni los demás aspectos de la expresión escrita; solo será necesario que la respuesta correcta sea comprensible». Y más ejemplos. Entre los criterios de la evaluación de diagnóstico de 2º de ESO, de hace un mes, se considera que «los errores ortográficos y gramaticales no deben tenerse en cuenta, salvo que dificulten seriamente la comprensión de la respuesta».

El resumen es que la gramática nos importa un bledo. Y la lección es que no sirve para nada o, peor, que dificulta el aprendizaje de otras disciplinas. La estulticia de tal aseveración es devastadora. ¿Qué significa «entender» y «comprender», si no lo hacemos a través de la gramática? Con este mensaje perdemos la condición de humanos, pero no citaré a Wittgenstein («los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo») para defender una obviedad. No, Dios me libre. Aduzco como prueba otras autoridades en la materia. Un portal de citas americano (Zoosk) asegura que el 65% de las mujeres no piensa tener relaciones sexuales con quien cometa faltas. Y, en Tinder, un 82% como mínimo penaliza la ortografía deficiente. Quizás así se den cuenta, los jóvenes, que es mejor, más eficaz y más productivo, escribir bien que escribir mal. Aunque las autoridades piensen lo contrario.

*Periodista