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Político

No hace falta más que teclear en Google dos palabras: «Leire» y «fontanera». Les pongo al corriente por si fuera necesario. Un periódico publica por entregas los extractos más jugosos de una conversación digital, una sustanciosa videollamada con dos interlocutores principales: por un lado, Leire Díaz, conocida de los mandamases del partido socialista, enchufada tiempo ha en cargos bien remunerados de empresas públicas (del uranio a la filatelia y tiro porque me toca, la cosa era trincar); por otro lado, Alejandro Hamlin, investigado por una voluminosa trama de desvío fiscal en la venta de hidrocarburos. Asisten al encuentro también un empresario procesado por manejos fraudulentos y un abogado probablemente acostumbrado al tú me das y yo te doy. La susodicha Leire Díaz busca con mucho empeño información escabrosa para enturbiar la reputación de Antonio Balas, jefe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, investigador principal en varios frentes abiertos para disgusto de Pedro Sánchez y su guardia pretoriana.

El caso (y aquí quería llegar yo) es que en los titulares relativos a este pestilente intento de apaño al más puro estilo Villarejo se emplea una y otra vez el término «fontanera». Por ejemplo: «Leire Díez, la fontanera del PSOE con la que el partido niega tener relación».

No es nuevo este ataque al gremio de la fontanería para aludir metafóricamente a quienes realizan el trabajo sucio desde los entresijos de un partido político o sus aledaños. Suponemos que este uso figurado se basa en la semejanza entre el tufo de las aguas fecales con las que tienen que bregar los peritos en tuberías y el nauseabundo hedor que desprenden las cloacas del trapicheo político. Vale, bien. Bien, pero no hay derecho, oiga. Los fontaneros (y fontaneras) del mundo no se lo merecen. Valoren ustedes las ocasiones en las que un buen fontanero les ha arreglado el día. Piensen ustedes en esos profesionales como la copa de un pino que localizaron los problemas mayores o menores de sus aguas en apenas un minuto. ¿Por qué tienen que leer titulares denigrantes de su oficio? Tendríamos que pasar al contrataque para vengar la ofensa léxico-semántica: cuando alguien diera con un fontanero informal (que los hay), uno de esos que no soluciona los problemas y le echa la culpa al fontanero anterior, habría que llamarle «político». Algo así: Paco, tu vecino es fontanero, ¿no?... Es que se me está saliendo el agua de... Y Paco interrumpiría de forma tajante: uy, qué va, ese es un político, no quería más que cobrar y dejó esto peor de lo que estaba; como te lo estoy diciendo, un político, no cuentes con él, hazme caso, un político total.

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