Opinión | No ni na
Fontanería fina
Podemos concluir, llegados a este punto, que el PSOE tiene en nómina a los fontaneros más tontos de España. Porque el problema de la fontanería política no es ejercerla, que es oficio de gente principal, sino que te trinquen con el carrito de los helados. Nadie del sector resiste el efecto del móvil con la grabadora encendida, la cámara web en marcha, ofreciendo tratos a presuntos a cambio de ascensos, beneficios, favores. La negación plausible no se la creen ni los propios. La mierda huele tal que así, señora mía.
Los que ya hemos visto caer gobiernos con estrépito sabemos cómo acaba esto. Solamente hay que prender Televisión Española en estos días para entender que, ahora mismo, la salida está en la enfermería por muchas contorsiones editoriales que nos brinde el aparato gubernamental de propaganda, esa chapuza lamentable pagada con dinero de todos. Te pones en manos de determinados líderes de opinión concertados y -ay, amigo- estás jorobado, pero bien.
El llamado sanchismo se montó sobre los expulsados del socialismo institucional, gente que no tenía sitio en la mesa, y una serie de personajes raros avalados por el ecosistema del PS madrileño que, como su homólogo popular, no es partido sino secta. De esos que apestaban a negocio paralelo, a contrato oficial, a subvención. Peña extraña que ocupaba lugares secundarios pero estratégicos. Los viejos del partido, que eran todos susanistas, advertían de que el trigo que venía con Pedro, tan guapo, no era limpio. Lo que viniendo de gente que había vivido los ERE en su esplendor (y que había engordado a Sánchez) nos tendría que haber avisado del nivelito.
De aquellos tiempos, estos koldos y estas leires, estos ábalos y cerdanes. No saben ustedes el temor reverencial, la admiración sincera, que generaba en provincias esta panda cómica, de bombero torero. La que ahora está protagonizando el espectáculo de la pista central. Así como el PP de la supermayoría de Rajoy acabó disolviéndose como un castillo de naipes en el reservado de un restaurante, lo de Sánchez ha tocado a su fin. Así como González acabó en Glez., esto se ha acabado. Kaput. Con dios.
La única salida es convocar al pueblo a generales elecciones antes de que todo vaya a peor. Catarsis, se llama desde los tiempos de los griegos. Cicuta democrática de la buena manque pierda. Y que quede un poso moral -siquiera por un tiempo breve- de que no vale todo, que existen límites que han sido presidencialmente vulnerados con la idea absurda, loca, de que aquí no pasa nada porque todo es relato.
*Periodista
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