Opinión | TORMENTA DE VERANO
Efecto Feria
De vez en cuando, la alegría tira piedritas contra mi ventana, nos escribía Mario Benedetti. Contra la ventana de la actualidad, en este caso, centrada en esa tierra de la alegría que llamamos feria, que llegó fiel a su cita entre casetas y albero. Cuando parece que muchas cosas en las que creíamos se vienen abajo, se resquebrajan instituciones sólidas, se derrumban referentes que durante décadas nos acompañaron y nos hallamos huérfanos de horizontes, la Ciudad de la Alegría del Arenal nos acoge entre rebujitos, nos mima y nos alberga al son de la música frente al espejo viejo de tus raíces, de las ganas de bailar y pasarlo bien, sin mesuras ni encorsetamientos. Si exagerásemos nuestras alegrías como hacemos con nuestras penas, escribía Anatole France, nuestros problemas perderían importancia.
Cuando escuchas la diaria crónica sombría en las emisoras y tertulias de costumbre y no encuentras la luz ni la claridad, cuando el ambiente parece que se torna irrespirable entre acusaciones y zancadillas, el oasis de amistad de la feria te traslada a un microclima habitable, más amable, de enganches y casetas, de alegres trajes con volantes y un cielo azul intenso que anuncia otra clase de vida abierta y plural, multicolor e inclusiva, donde caben todas las ideologías y creencias, barrios y clases sociales. La alegría es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro, señalaba Benjamín Franklin.
En momentos de incertidumbre mundial, cuando las plagas de la guerra azotan territorios en todos los continentes con sus cargas de muerte y odio, donde sientes vergüenza y una impotencia atroz, la convivencia es el arma más poderosa que encuentras tras la portada de una feria que anuncia un santuario de afectos y compañerismo, donde la palabra y la tertulia recobran su protagonismo y otro mundo sin imposiciones parece posible: regalo del cielo que la faz ilumina, espada que domina el temor y el recelo, diría el poeta.
Cuando pareces cansado de la briega cotidiana, de los problemas sin resolver, cuando te agobian las urgencias, cuando sientes la presión insoportable de las obligaciones inmediatas y el polvo del camino te nubla la vista, aparece junto al Nuevo Arcángel este búnker de supervivencia que nos devuelve el oxígeno y nos recompone el ánimo, un refugio que nos ofrece un chute de adrenalina y endorfinas, un antídoto que marca una triunfo de un pequeño rincón del mundo real sobre lo virtual que no puede sortear la impostura de ningún avatar, que no sienta el sabor ni los efluvios de un fino amontillado ni el olor de un plato caliente ni el compás de unas sevillanas.
La feria, además de una tradición, sobre todo, es una necesidad vital. Una parada en el camino, no para contar las bajas sino para olvidarte de ellas. Aunque sea un triunfo efímero y una estancia fugaz, te la mereces. Alegre es la vida, corta y pasajera, y absurdo y antipático resulta complicarla. Más allá de días señalados y recintos acotados, por encima de los miedos y los problemas, aprendamos que la alegría es portátil, y puedes llevarla siempre contigo. En su tramo final, disfruta de la feria en lo posible y, sobre todo, que la alegría te acompañe cada día de tu travesía.
*Abogado y mediador
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