Opinión | El alegato

Los influencers de las incapacidades

Diraya es el sistema que utiliza el Servicio Andaluz de Salud como soporte de la historia clínica electrónica del paciente. «Diraya» se traduce como «conocimiento» o «inteligencia» en árabe. Este sistema nació el 25 de abril de 2.000, aniversario de la revolución de los claveles.

Han transcurrido 25 años desde aquel alumbramiento y en estos años, el administrado se ha ido familiarizando con la famosa base de datos, no solo por su inoportuno mal funcionamiento que impide solicitar una cita médica o renovar una prescripción de medicamentos, sino porque esa tal Diraya es la «delatora» en las inspecciones médicas y ante los tribunales médicos evaluadores. Curiosamente, en estos casos, siempre funciona.

Ya puede usted acudir a rastras a ser evaluado en su proceso de incapacidad temporal o para ser calificado como incapacitado permanente o como discapacitado, que si Diraya dice que usted está bien, no dude que al sistema le será otorgada presunción de certeza absoluta, pasando a ser protagonista, cual Lázaro, de una curación milagrosa.

Llegados a este punto en el que, como sufridos pacientes del S.A.S., habrán movido repetidamente la cabeza en señal de asentimiento, aprovecho el «enganche lector» para pasar a realizar otras afirmaciones que seguramente ya no les resultarán del mismo agrado pero que, por ética ciudadana y profesional, vengo obligada a hacer.

Dadas las experiencias diarias a pie de incapacidades y discapacidades varias, Diraya no es tan perfecto ni ofrece todo el conocimiento que debiera.

En Diraya aparece un dolor referido por el paciente compatible con un pinzamiento del nervio ciático que recomienda reposo e impide al afectado trabajar, pero no recoge el sistema que esa misma ciática no le ha supuesto inconveniente para subir pedaleando hasta Trassierra, fotografiarse al coronar la meta y colgar la foto en Instagram.

En Diraya aparece diagnosticado un trastorno mixto ansioso-depresivo que le genera una apatía y desmotivación laboral, pero no contempla que dicho trastorno desaparece en «juernes», documentado con pruebas gráficas en una famosa zona de restauración de nuestra ciudad, y no reaparece hasta el lunes a las 7 de la mañana.

Reclamo un control más exhaustivo de los beneficiarios de prestaciones por incapacidad que presumen en público de su estafa. Convertir la enfermedad en un fraude para garantizarse una pensión es perder el respeto al ciudadano enfermo; es mofarse de las discapacidades no atendidas por falta de presupuesto y lleva implícito justificar que cualquier «politichulo» se gaste los impuestos en sobrinas y paradores y no en investigación, porque mi pensión bien vale mi silencio.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents