Opinión | El ángulo
Yo solo vine a cantar
La representante española en Eurovisión, Melody, por si queda un lector que acaba de aterrizar en la tierra y no ha oído hablar de ella, después de las votaciones del festival, hizo unas declaraciones en las que defendía el arte y la música, aunque a veces prevalecieran otras cosas. Y es que aquí está la cuestión, tratamos lo extraordinario como si fuera ordinario.
Es lacerante que estemos con los vestidos, la puesta en escena de las intervenciones musicales o la propia calidad musical de las composiciones cuando en el cuarto puesto actuaba Israel, y la seguridad del recinto acallaba y agarraba al público que gritaba por la vergüenza del genocidio palestino. Cuando esa misma noche murieron bombardeadas un centenar de ciudadanos gazatíes, entre adultos y niños, que se suman a los más de 53.000, que ha provocado la actual ofensiva desde su comienzo en octubre de 2023, entre ellas más de 15.000 niños, según Naciones Unidas.
A las pocas horas de terminar el festival, siguen cayendo por centenares las víctimas en esta estrategia de ocupación, Carros de Gedeón, sin importarles mucho en qué puesto ha quedado Melody, los simpáticos suecos con bigote hitleriano del cantante o los dulces portugueses. Un festival financiado por una empresa israelí de cosmética afincada en Estados Unidos, y un televoto popular que llevó a Israel al segundo puesto. En 2024, el propio gobierno israelí reconoció haber invertido mucho dinero en eso. En 2025 no tengo pruebas, pero tampoco dudas, como hacen los teóricos de la conspiración, de que gracias a campañas organizadas, al apoyo de grupos de ultraderecha en varios países, entre ellos España, se activó un sistema de movilización masiva y organizada para inflar el resultado.
Ahora vienen las acusaciones de politizar el concurso, lo indecente sería no hacerlo, no emitir queja por la presencia de Israel o por el castigo a España o Bélgica por defender la paz y la justicia en Palestina. No podemos ser los protagonistas de Zona de interés tomando el sol en los jardines pegados al muro de los campos de concentración. Estamos a unos miles de kilómetros más, pero el eco resuena en nuestro país y mientras algunos apoyan la invasión, otros aprovechan para golpear políticamente a Sánchez con La Revuelta, La familia de la tele o la recepción del presidente a la cantante. En lugar de llevar los esfuerzos de todos a parar esta masacre, la utilizamos internamente en cada país para salvarnos de lo nuestro. Esta retransmisión del brillo y los decibelios frente a los gritos de la muerte y el silencio del hambre me parece un despropósito que la perspectiva del tiempo quizás nos dé la medida .
*Politóloga
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