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Opinión | LA VIDA POR ESCRITO

Un problema de peso

La obesidad es una de las crisis sanitarias más graves del siglo XXI. Afecta a todas las etapas de la vida, desde el vientre materno hasta la vejez, con secuelas físicas, psicológicas y sociales. Varias investigaciones muestran que frenarla requiere un enfoque integral y sostenido que acompañe a las personas en cada etapa.

La salud materna, especialmente el peso al inicio del embarazo, puede marcar el destino del bebé. El estudio LIMIT, liderado por la Dra. Dodd en Australia, lo demues-tra. En más de 2.200 mujeres con sobrepeso, se observó que el aumento en el IMC (Índice de Masa Corporal) de la madre se relacionaba con un aumento del IMC del hijo desde el nacimiento y aún más entre los 8 y 10 años. El IMC paterno también influye: la obesidad infantil no es solo genética y materna, sino un asunto familiar. También las madres con obesidad enfrentan más riesgos durante el embarazo. Son comunes la diabetes gestacional, la hipertensión y las cesáreas, con efectos graves para el recién nacido.

Los primeros años de vida son una ventana crítica. Jasmin de Groot, en Países Bajos, siguió a más de 3.500 niños en el estudio Generation R y comprobó que el IMC a los seis años predice con precisión la obesidad a los 18. Cada aumento de una unidad duplicaba el riesgo en el adulto. La buena noticia: si se alcanza un peso saludable antes de los seis años, el riesgo se reduce. Lo preocupante: esa ventana se cierra rápido, y bajar de peso después no elimina las consecuencias.

Aún más revelador es el papel de la grasa abdominal. El investigador David Horner, en Dinamarca, mostró que los niños cuya cintura crece en relación con su estatura presentan a los 10 años mayores riesgos cardiometabólicos: presión alta, resistencia a la insulina, inflamación y bajo colesterol HDL. La cintura, más que el peso total, es una señal de alarma que debemos atender desde la infancia.

La obesidad tiene consecuencias sociales. La Dra. Hagman, en Suecia, comparó a más de 3.500 personas con obesidad infantil con un grupo control. A los 25 años, quienes fueron obesos en la niñez tenían menos acceso a empleo o estudios y cuatro veces más probabilidades de estar en tratamiento médico. La obesidad en la infancia se asocia con peores desenlaces en la madurez. El sobrepeso infantil no es solo una etapa: para muchos, es el prólogo de una vida penosa marcada por la exclusión y la enfermedad.

En las mujeres, los efectos de la obesidad se cruzan con su historia reproductiva. Según el estudio PROCAS, liderado por Lee Malcomson en Reino Unido, quienes ganaron más del 30% de su peso tras los 20 años y tuvieron su primer hijo después de los 30 (o no lo tuvieron) duplicaban el riesgo de cáncer de mama. En un país donde casi el 60% de las mujeres tiene sobrepeso u obesidad, este dato es más que una alarma: es un aviso urgente para repensar la salud femenina desde la prevención.

El coste es enorme. La obesidad aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, hipertensión y problemas cardiovasculares. Incluso en niños pequeños ya se detecta inflamación persistente. El tratamiento de estas enfermedades cuesta miles de millones al año y pone en jaque a los sistemas de salud. Y la carga es aún mayor para quienes sufren problemas de salud mental que dificultan la inserción laboral y social.

Frente a este panorama, la única respuesta eficaz es un compromiso firme y sostenido. Las investigaciones recientes trazan una hoja de ruta clara: la obesidad se combate con acciones coordinadas y continuas. La lucha empieza en el hogar, se refuerza en la escuela, se acompaña desde los centros de salud y se respalda con políticas sociales. Solo así podremos romper el ciclo y evitar que la obesidad siga marcando el destino de tantas vidas.

*Profesor de la UCO

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